miércoles, junio 17, 2020

miércoles, junio 10, 2020

martes, junio 09, 2020

lunes, junio 08, 2020

domingo, diciembre 04, 2016

Hoya

Hay relaciones que son de amores y de odios.

Esa del viejo y mía era de otro tipo: era solamente de odio.

Llegué a esta conclusión cuando, llegando a la falda de Saint Damien, sentí los ojos del jaguar clavados en mi corazón mientras mi puño cerrado enjuagaba el llanto espeso que brotaba sin razón. Estas últimas dos palabras van entre comillas, según los susurraba el aire de la noche, ese aire sin nombre que susurra siempre que me voy a morir, que me voy a morir y que, sí, adivino, me voy a morir. Pero no, qué putas, qué me voy a morir; el castigo es vivir así en esta cosa rara que me quema en carne viva mientras respiro, voy y vuelvo y pienso y digo verdades que me sacan sonrisas trágicas y mientras esos payasos que me gritan desde la esquina, me perdí. Ya no sé qué pensaba o para dónde iba lo que pensaba.

Como si se me hubiera olvidado apreciar la belleza y las cosas puras, la voz del viejo me dice, no: me niega toda posibilidad de estar o de ser, que desde Nebrija se notan como diferentes.

Pago el taxi entro a la casa y no saludo. Piso veintitrés y todo está lleno de una cosa pastosa que se parece la depresión.

El viejo estaba haciendo fríjoles y no se dio cuenta del momento en que entré y me dormí.

lunes, noviembre 21, 2016

Miedo

Palabra común, del léxico común.

Me encontré con la Lowenstein por la tarde, íbamos pasar la calle y el semáforo no sabía de nada de lo que pasaba.  

-Cómo estás –me dijo ella, y yo no supe qué responderle; ni siquiera entendí lo que me estaba preguntando-.


miércoles, noviembre 02, 2016

Verde

Porque me parece un misterio casi ajeno a toda voluntad divina que un ojo se pueda mirar.

viernes, octubre 07, 2016

Dosdeoctubreysienedecotubre

Leyendo, pensando y demás, entendí varias cosas. Todas son del mundo invisible y todas son tristes, pobres.
Con el viejo leía a Manuel Bandeira y nos sentimos miserables: tanta belleza, el mundo tan lleno de cosas y emociones que no vale la pena retener en el pecho porque simplemente no se nace para semilla todos los días, porque no vale la pena ese ‘todos los días’, no porque el mundo tenga un color especial, sino por razones más banales y llenas de jabón en polvo. Todo huele a limpio, pero sigue imperecederamente sucio, a perpetuidad manchado de sangre. No hace falta ser un güevón para dejar de intuirlo, para dejar la cabeza sobre una silla de un restaurante y llegar a la casa y decir: ay, marica, se me olvidó.
El viejo paró y me dijo algo, miré. Un escrito sobre una servilleta que decía:
Vida interior
Desde que te vi, pensé algo que no puedo asir ni mi mente, ni para el mundo con palabras. Luego te hablé y el asunto siguió igual. Cuando te besé, el misterio creció y aquello que no podían medir las palabras, se transformó en esto que sólo el Sol habla sin ser lenguas de fuego y en eso que los pájaros intuyen. Pasó una semana –larga muy larga, porque la curiosidad, porque la piel, me mataba- y verte fue agua para aquel que muere sed; verte fueron tantas cosas, no solamente el anhelo de tus labios contra los míos, verte –y de eso estoy seguro- fue, otra vez, eso que las palabras no logran crear todas juntas.
Creer que en tan poco tiempo, una voz, unos dedos, unos ojos, una cara, un mundo que aún ignoro, que no conozco y que hasta ni conoceré, hayan calado tan hondo en mí, tan tan profundo en un ser que construí y en el cual invertí tantos años, tanto esfuerzo, y que creía roca caliza, me sorprende y me agobia, me deja sin qué decir y hasta me llena de terror y de rabia –de rabia contra esa parte de mí que se hace el duro y que al oído me dice: sea verraco, malparido [porque así hablo yo], sea de su tierra- me deja triste, me deja desconcertado y sin paisaje.
Porque no sabes lo importantes que son las palabras y hasta el paisaje para mí y, al escribir esto renuncio a tal posibilidad, te digo que tú eres esa palabra que mis cuerdas no pronuncian, no por miedo, sino por su opuesto.
Tú eres tantas cosas que no existen, tus eres esos temores que me guardo y que mis pupilas no logran aislar en su continuo y natural menguar, en su tarea de atrapar la luz.
No sé ni por qué escribo esto, tal vez porque me siento cansado de querer decir cosas que ni digo, cansado de mirar cosas que no están, cansado de diluir cosas que solas allí en el balcón y en cucos llegan al conocimiento de mis sentidos bajo el nombre de “el rugido de Las Palmas”. Bajo un mar que pasa sin pasar, sin deslizar sus tiernas olas, sus finas garras sobre una piel que no se siente de aquí o de allá, pero que se toma por atlántica, te digo cosas que no pronuncio, que sé que te asustan como a mí. Y mierda y me perdonas, me da más coraje, brillo oscuro, callármelas.
Como Paris en mi memoria –que no muere, que no se destruye, creciendo, ocupándolo todo, devastando lo bueno y lo malo del pasado- y en el panorama, tú. Supongo, lo intuyo –como los pájaros que pierden el pulso contra el cristal al morir- que muchos te escribieron, pero hoy no quiero hacer la diferencia: quiero sumar, quiero, ser ese cuerpo frágil, etéreo, que te dice cosas que tal vez no puedes y no quieres entender, no por no querer. Te lo digo, con el pecho encendido, con el corazón en cada uno de los dedos que sirvieron para llegar al último punto que ya leerás y que se fundieron diciendo esto a lo que no logro dar forma, usted. Como en la fábula zen que nunca te conté, usted, desde que te vi sentada leyendo sin saber que tenías los ojos verdes, supe que las palabras no bastarían.
Sin decir nada ahí tienes.
No diré nada más porque ya todo lo dije.

-¿Qué? ¿Usted de dónde sacó todo eso? ¿Cuáles ojos verdes ni que putas?
-hujueputa imbécil, no entiende que todas esas son metáforas para decir que estoy cansado de la situación política.
-Ah…
-Sí, nada va a cambiar pero eso no s problema mío.

El viejo se calmó y el concepto de reserva mental tomó todo su sentido.

miércoles, septiembre 21, 2016

Carta segunda

Respetado Dr. Saturnino Restrepo:

Triste o algo así. El algo así tempera la primera palabra articulada. El porqué es tan menudo que cuando trato de contarlo en la mano para mostrárselo, Dr. Saturnino, se me escurre entre los dedos, entre las líneas de la mano que dejan correr los segundos de felicidad por esas grietas donde el destino, dicen, está escrito. Me niego a creer en el destino; no por mi cruzada contra el “1”, sino porque esto me estaría acorralando y no hay nada que yo odie más que los corrales.

Desde que Blondhausen me desterró, no he querido –en serio- aparecerme de nuevo por la cordillera central. Esos abismos y esos verdes que me recuerdan el oleaje estático del mar, no serán los mismos. No sé qué hacer o como, a veces siento que no me importa, pero sí, sí me importa, soy una rata romántica, con sus delirios de grandeza y su equivalente complejo de inferioridad. Justamente es esto lo que no me deja en paz: esa fuerza, esa voz, esa tracción, que me dice al oído que ser genial no basta, que el ojo de Rê está siempre puesto sobre mí y que mesmo asim nada puede hacerse porque este (ojo) no tiene párpado.

Entre ayer y hoy, en repetidas ocasiones me he visto gritándole al viejo que me deje tranquilo, que no me martirice más con sus putos what if. Ni las conversaciones con la Löwenstein me han servido para sacar el veneno de las certezas del viejo. El viejo. Podría pensar que lo hace por mi bien. Él me recrimina tener este tequiero colgando de la boca, pues la estatua de mármol al que le corresponde todavía no cobra vida.

Después, siendo institutriz, puse en práctica aquello de dar la otra mejilla por el puro placer de dar el golpe dos veces y no movido por esa lógica católica que se diluye con el mero predicar. Es decir, no me haga caso. Al parecer todo está bien y simplemente me puse nervioso.

Pasaba por la calle y un rayo de Sol me susurró al oído las siguientes palabras: “Toda esta sabiduría bajo estas cobijas”. Me voy a dormir ya. 

domingo, septiembre 18, 2016

Epidural

El viejo me miró fijamente y encontró ese algo en mi mirada que hace tiempo no veía. Se me acercó y me dio una palmada en la espalda. Quedé perplejo, hasta que la sonrisa que se dibujada en mi rostro fue borrada con un malparidohijuputa. Lo de siempre, el viejo. Y por otro lado, yo, yo, con plantas naciéndome en el estómago y la pleura llena de helechos rosados y polillas.

lunes, septiembre 12, 2016

Antes de dormir

-No se duerma que le tengo que contar algo –la mano del viejo se posa sobre mi plato de guayaba agria en rodajas que cae sin estrépito en medio de la sala.

Recojo los pedazos de guayaba conteniendo dos impulsos diversos: romperle la cara al viejo y lamer el baldosín hasta que no quede ni rastro de la fruta de los dioses en el piso.

jueves, septiembre 08, 2016

Limonada del jueves

El viejo me acaba de explicar que cuando Sade dice: “In heaven's name why do you play this game”, no está preguntando. Mejor “to walk away”. Tener órganos inmateriales, como el alma y el corazón es un verdadero estorbo. Lo bueno es que se marchitan poco a poco, se fruncen y se doblan al contacto con el aire. El aire todo lo corroe, todo lo sana matándolo, porque esa mano huesuda acariciando la nuca de cualquier persona es la verdadera sanación, la mano del Luis XVI curando los enfermos que desfigurados de placer se derretían por las alcantarillas de París.
Se me antoja arrepentirme de lo dicho en la última semana. Veremos que dicen cuatro muros blancos y un balcón. El viejo me felicitó por el apartamento en ese lugar que se llama la Lomme de Saint Damian. En las inmediaciones de Sebastopol, atravesando la Avenida del Danubio.
-Marica, que hijuputa cosa tan alta –me dijo el viejo cuando entró la primera vez; era la primera vez que ponía los pies en el Estado soberano de Antioquia-.
La paciencia es algo que se cultiva, que se ve crecer bajo la lluvia y el Sol inclemente, pero eso no tiene mucho sentido cuando la piel se eriza y pide alimentos terrestres, cuando dice que el cielo azul entrando por un, uno solo, poro no es suficiente. Esa misma piel insondable que toca el fondo de cosas tantas, no se conforma con una expectativa, no se conforma con la espera de algo lejano y bello en las inmediaciones del trópico, allí, entre ríos y cortinas de nubes. Todo se trata de otras cosas, se trata de uno mismo, se trata de “las razones del fuego”, como dice el papá de Melissa Rivera Chalarca.
Por la tarde noche me encontré con Machi Lowenstein y algo me dijo sobre lo bien que había quedado afeitado. Respondí gracias y la invité a tomar limonada, o granizado de limón. Era una bebida con mucho azúcar.
Ella estaba muy bonita.
Sin mirarla a los ojos, solamente viendo sus dedos recordé noséqué pasaje de L’étranger. La chica de Meursault lo miraba y sentía una cierta paz mientras se besaban. Obvio a Machi no la besé, no. Porque no me gustaba lo suficiente, porque no era necesario; necesario era solamente hablar, que me oyera, que mi voz y su cabeza asintiendo ante mis palabras me sacaran de mí, porque mi voz carga las más terribles maldiciones. Por eso hay que hablar, para que salga y no se pudran los órganos, para que las esperanzas que habitan dentro mueran al tocar la delicada luz de la Luna, que no sé ve perfecta sino cuando la ciudad se funde. Y qué terrible es la ciudad, y que sereno el dorso de la mano de Machi mientras pasea sus dedos por el vaso lleno de limonada y hielo picado.
Desde hace ya mucho que conocía a Machi y sus consejos no me ayudaban, ni tenían tal pretensión. Sus palabras me limpiaban los oídos. Creo que no servían para nada más. Pero igual quería escucharla, sus teorías sin mucho sentido.
La vida se está secando por dentro, y cuando finalmente toda el agua se evapore en sus vías respiratorias, me iré con ella, de la mano, rio abajo, como los cuerpos mutilados y tantos tantos flotadores de patico de ojos saltones.
Adiós, paticos. 

domingo, julio 10, 2016

Mambrou

¿Para dónde va, marica?
Con una mira y el cuerpo casi atravesando el umbral de la puerta, le dije que iba para la guerra: viejo, me voy a la guerra.
El miró me amargamente, con una especie de lucecita en el fondo de sus pupilas, y se tomó de un solo sorbo el café que tenía entre las garras.
Cuando bajé por el ascensor, el sonido de la puerta al cerrarse me no pareció algo nuevo, algo bello de tan antiguo, tan bello que era lo contrario a Beethoven.  Hm, como me gustaría morirme en la tal guerra esa, pero no sin antes haber estampado la cara del este compositor contra el suelo. Veo la escena: su cara agresiva y luego, un segundo antes de que su cráneo quede prensado entre mi clava y un muro lleno de grafitis, esa misma carita llena de una expresión que no se sabe bien qué es, si una súplica incompleta, o simplementes el arrepentimiento por haber compuesto tan horrendas sinfonías, tan llenas de violencia.
El odio se disipó por la tarde, conversando en silencio con Rê y sin comer helados ni nada.

miércoles, julio 06, 2016

Insomnio

Veo desfilar insectos, veo desfilar las horas, con sus piernas largas y sus caras lánguidas.

Notas de viaje

Nota personal: sin perspectiva profesional alguna, considero la posibilidad de ser un oráculo: no sé responder correctamente y de forma directa cada una de las preguntas que me hacen.

Nota personal: Botamos, tiramos al tacho de basura todo lo viejo. Las imágenes también, revistas y posters, pero todo esto habiendo perdido la fe en aquello que el hombre tiene de más cercano, más íntimo que la piel. La muerte, hablo de la muerte y la decadencia. Falla el progreso –como fallará- y las hidroeléctricas dejan de mover sus bigotes por falta de ríos, porque nos los tomamos o porque ya se los vendimos a los hijueputas canadienses, ¿y qué? Donde irán a parar las imágenes: se iràn con la energía, con la falta de memoria se perderá lo único que tiene de valioso esta humanidad agobiada y doliente y merdique. Mejor pensar dos veces antes de botar los viejos boletines de la programación de la Cinemateca de París. Ya es tarde igual, para todo y para todos.

Nota personal: Heart of Dogness. Sinopsis. Es una historia de un hombre que trabaja en una perrera. Allí baña y alimenta y, cuando el sacristán voltea el Cristo, electrocuta a los perros. La rutina es esa. Un día, se lo come un perro negro que estaba en la jaula 35, Toby, un gran danés. Entrando por la garganta en forma de bolo alimenticio, el hombre viaja hacia las profundidades del estómago, donde vive las más locas aventuras. El viaje termina en un lugar oscuro que pocos conocen pero que algunos se atreven a explorar. En las notas donde aparece el posible casting, el perro negro es debería haber sido protagonizado por Sean Connery. Al parecer todo estaba hablado y el proyecto se fue al traste porque había muchos productores que querían hacer el filme y nadie logró ponerse de acuerdo.

lunes, julio 04, 2016

Necromancia

Me cuenta el viejo que alguna vez alguien le dijo: “cuando me entuse, te desentierro para que oigas todos mis lamentos”. Ahí supe que el viejo tenía muchas cosas escondidas bajo esa cara y esa corbata negra delgadita. Él se vestía bien cuando estaba triste y siempre estaba triste. Salvo por unos zapatos blancos que alguna vez compró, todo era muy correcto.

-Pasa uno la vida buscando cosas que no se le han perdido –creí oírlo decir una vez con un pedazo de plástico en la boca-, se siente uno bien pensando en recuerdos falsos, de cosas oscuras que se mueven detrás de las matas y que portan máscaras de animales.

Nunca entendí que quiso decir con eso. Se fue y cuando quise exhumarlo, al viejo, la tumba estaba vacía. Puta. Sí, que susto me llevé cuando vi mi mail lleno de fotos donde él viejo, en Viena, se veía lleno de alegría, llena su piel de un brillo inusual. Pero luego de una copa de agua, que bebí sin mucho interés, vi que unas cuerdas o alambres estaban atando y que unos anzuelos estaban halando, moviendo, sus mejillas para que sonriera.

Panta rei

miércoles, abril 27, 2016

Cabezas


Dr. Saturnino Restrepo:

Pocas cosas. Me corté esta tardeelpelotodoelpeloelpocopelo. Me dejé la barba, que también es poca, pero llena el espejo y lo hace no un instrumento de tortura sino algo alado, lúdico tal vez.

Cuando acabé tiré un montón de cosas a la basura. Esto debido a que últimamente –sabrá El Putas por qué-, han estado apareciendo cucarachas. Dr.: esos malparidos bichos… se me había ya olvidado como eran. He encontrado tres. Hace un año había matado uno y duré con una psicosis –o algo así- que me duró un buen tiempo. Límpido, rai, de todo eché y por todas partes. Ahora que las veo venir, venir a visitarme, entiendo el mensaje: me largo al trópico o Bucarest.

Me cansé de esta vida de “rockstar de mierda”, Charly García dixit, no quiero ser como esos hijos de Miguel Antonio Caro. Tal vez quiera ser Caro, pero si no pudo Usted que se movía y se mueve en esas aguas pantanosas de la “actitud conservadora”, de la “ortodoxia” del orto, menos voy a poder yo con mi arsenal atestado de neuronas quemadas y derrotas guardadas en pantalones de marca que me heredó el hijo único.

Ay, Dr. Saturnino, escribir y saber que esta cartica va a pasar a la historia de la historia de la historia, es algo que no tiene precio. No piense en mastercar. Dr., me sacan de Paris las cucarachas, me sacan de quicio los nativos, ojalá no me tenga que tragar estas palabras, este preámbulo con cara de oda a mi regreso así como las cucarachas se comerán y los franceses se soplaran mis cenizas.
Hace un rato no escribía en la lengua de Cervantes y de verdad se siente como si no quisiera acordarme de ese lugar, de esa mancha. Espero verlo pronto.

PS:
¿Las cabezas una metáfora? Puede que sí, quién quita. Me acuerdo que el viejo no me regalaba muñecos sin cara porque era malo para el desarrollo de las mentes jóvenes. Pero a mí eran los que más me gustaban: una expresión lacia. Siempre dibujé manos, por ideología, que en mi caso no es ninguna. Luis Caballero. Las manos son mejores que las caras porque esconden menos cosas. Tal vez por eso no me gusten las caras, tal vez por eso hacer, pensar, en una cara no sea ya tan digno de uno –sujeto intemporal, impersonal y eterno- como pensar en un jardín o un espacio vacío donde intuir una sonrisa. Esto, suponiendo que la sonrisa no venga acompañada de una daga larga y una sensación fría, eléctrica, bajo el pecho.

Lo de las cabezas: ¿Qué diría Freud de este caso? Young hablaría del arquetipo del sombrero, del árbol sin tronco cuyas ramas tocan el cielo porque sus raíces se beben el magma del Infierno. Yo digo que no es nada, que es pereza, que tal vez me interesen más los trajes Armani y otras cosas que codicio sin mucho entusiasmo. Esa vida adulta de gente que se habla como escindida por dentro, cascos de mandarina. Eso, tal vez esa sea la pendejada de pintar de la mente gente sin cabeza sentada en sofáses vivientes, sobre conejos.
Nuestra mente está cautiva en el estómago de Dios, Dr. Saturnino, no se le olvide. El universo oscuro y tenebroso está en eso, en paredes llenas de ácido y el movimiento peristáltico de un ser al que mucha gente le reza sin saber si existe o no. 

Él sí existe, como todo, y nuestras conversaciones son su sistema nervioso.

Acabo de adquirir Non luogo a procederé. Insisto, lea Walter Benjamin, “Ajuiciate mama, [cogé] juicio, [cogé] el juicio muchacha ajuiciate”.


Un servidor




[bajo esta palabra hay una garabato inmundo] 

martes, abril 19, 2016

Blu metal parts

¿Qué le pasó en el ojo? –el gesto incisivo del viejo me dejó un poco perplejo porque su estilo era no interesarse sino por cosas de menor importancia, y mi vista no entraba en esa largo catálogo de predilecciones de “primer nivel”, donde entraban desde el Capítulo 84 de Rayuela, hasta la fauna del Mioceno.

El café ya estaba hecho y llené el pocillo hasta el borde.

Salaud! –le dije al viejo mientras mi gesto era ese del brindis de la victoria-.

El respondió "salud" muy contento y su tranquilidad y pasividad me hicieron reír. Mucha güeva. Eso pensé.


Cuando terminé el café había un diente el viejo en el fondo. Lo vi moverse entre las pepitas del grano seco y molido venido de La Aurora. 

domingo, abril 03, 2016

Sobre la inmortalidad del alma

El alma es inmortal aunque haga parte de un cuerpo terreno y, por ende, mortal, finito. La cábala y ese dibujito bonito donde ponen los séfirots ayuda a entender la lejanía y la cercanía de las cosas con otras, que no son cosas, la verdad, sino sus sombras proyectadas en las paredes del estómago de Dios. 
Así pues, habría que pensar que Alejandro Magno no hubiera podido helenizar el Asia Menor de haber trabajado en –inventemos un ejemplo- Magdonals o cualquier otro empleo destructor del alma. El alma es inmortal, ciertamente, pero las limitaciones y condicionamientos a esa materia que llevaba el nombre de ánima terminan por resquebrajar el dogma o, bien, de acentuarlo. 
Por una parte, resquebrajar porque dicha inmortalidad es menguada, alejada de la Corona como en el dibujito de los séfirots y, por lo tanto, disuelta en algo más. Esta disolución da al trasto con la infinitud. Por otra parte, acentuar, porque si reducir el molde o amarrar la rienda –como quien dice- conduce a la degradación del alma, entonces una vez diezmada su fuerza y al ser inmortal, lo que queda para otras vidas u otros planos de existencia, resulta poco. Así mismo, esta escasez permanece y acompaña el ánima, haciendo que su portador no sea más que un ser de miras exiguas; en un lenguaje más técnico, habría que decir que queda hecho una güeva.
Pareciera ser que quienes condicionan lo saben: la destrucción del alma es lo primordial. Poder es saber, y saber esto, tal vez sea, el verdadero poder. Ahí está, ese es el verdadero capital, lo otro, sólo son monedas y papeles que huelen mal si no se sueltan cuando la mano comienza a transpirar.
Se dice de Alejandro Magno cortó el nudo gordiano. Se dice que el rey Poro y el clima de la India frenaron su ambición. También se dijo que en su ciudad se construyó una enorme biblioteca que luego fue quemada por caprichos de la lógica. Todo esto resulta banal frente al problema real.
El viejo cerró de golpe la mano derecha que siempre estiraba para hablar mientras cerraba los ojos. Sus pestañas parecieron obedecer a dictados superiores, dictados que no se parecían a esos en los que tan mal le iba en tercero de primaria. Recuerda a Carmenza; ella lo recuerda por el hijo putativo de John y Frances Allan. El viejo.

martes, marzo 29, 2016

Paycall

-¿Qué hago?
-Calma. Respire.
-Ya, listo.
-Muy bien, entonces présteme atención; haga lo siguiente: mírese las manos y si no se están derritiendo, eso quiere decir que todo está bien.

Hojas del trópico

La exuberancia del trópico en América del Sur habría hecho de Sigfried o Sigfredo un hombre vulnerable, débil. Por un lado, el dragón que pudo matar para salvar el oro y el anillo de los Nibelungos no habría sido tan dócil. Considerando la humedad y la cantidad de oxígeno disponible, la talla y destreza del monstruo lo hubieran hecho volver a su casa, para así llevar una vida normal, eliminando de paso el mito. Por otro lado, de haber matado al tal dragón y de haberse bañado en su sangre para volverse invencible, la hojita que le dejaba descubierta una estrecha región de la espalda, no habría sido tal. No, las plantas de la selva amazónica y de otras regiones de esos trópicos son enormes, y Sigfrido no habría dejado nunca su asiento, nunca, o habría simplemente recurrido a la diplomacia para no sentirse menos invencible en las batallas. Una vez más, el mito y la proeza no habrían pasado de ser un secreto mejor guardado que el de la ‘hojita’ que Krimilda y Brunilda dejaron rodar por los pasillos y las sayas hasta hacerse lanza incrustada en la espalda del gran héroe.


domingo, marzo 20, 2016

De moscas y esporas

Hay personas que se asfixian cuando no las están ahorcando. El viejo es uno de esos, y por lo tanto, yo también. Esa forma de hablar, como si fuera una planta, años y años expuesto a esa voz pastosa que se introduce en el cerebro como pequeñas raíces de linaza, surte su efecto on me y no me angustio menos qué él cuando veo que las cosas van bien. El desayuno estaba servido. 

El café despedía un vapor poderoso que incluso derretía a los mosquitos que por allí pasaban. Caían cerca al plato de los panes y no había forma de diferenciar sus cuerpecitos inertes de las esporas de ese helecho que nunca nació.


martes, marzo 08, 2016

Sarita y la Medusa

El viejo me pregunta. Cuando uno dice “toca ver” está frente a un caso de sinestesia. Pregunta trampa. Yo no le presté atención y seguí leyendo Las aventuras de Sarita y la Medusa.

-¿Sarita y Medusa?
-Sí, eso es lo que estoy leyendo –le respondí al viejo reteniendo con el pulgar la fuerza de las páginas del libro que ya comenzaban a rugir para que las soltara y me abanicaran la cara-.
-Pero no lo había abierto, era para un regalo, maricón.
-Esas cosas Usted siempre las dice y resulta que esos libros desaparecen. ¿Qué hizo con la traducción esa auto-editada al francés de Opio en las Nubes? Fijo se la dio a alguien que nunca lo leerá o qué no entenderá la música.

El viejo bajó la mirada y yo le di un puntapié a la silla amarilla. Él no se inmutó pero dejó escapar un chillido. En su rostro se esbozaba un atardecer o un “vestemalparidohijuputa”, difícil saberlo.

Me senté y le dije que no se pusiera así, que nos lo íbamos a turnar, que él lo leería primero y que yo también. Fijamos entonces los turnos de lectura y todo quedó claro.

-¿Oiga, quiere aromática?
-¿De qué hay? –preguntó para que yo respondiera que de pollo-.



Puse a calentar el agua con cal que nos estaba matando y luego puse el veneno en el pocillo para que se muriera por lo menos quince días. Cuando vertí el agua una nube gigante de vapor salió y una especie de chisporroteo me encegueció. Luego me di media vuelta y vi que el viejo estaba dormido, lo que me reconfortó pues en el fondo no quería matarlo. Regué el bebedizo en el lavaplatos y me santigüé con la izquierda, tal y como mi papá me había enseñado un domingo por la mañana en Salamina.


domingo, marzo 06, 2016

sábado, marzo 05, 2016

Poimándrês

Poimándrês. La denominación puede tener origen griego: de poimaínõ, «apacentar», y anér, «hombre», es decir, «pastor de hombres». Es lo que piensa REITZENSTEIN (Poim., pág. 12: «Menschenhirten»), que especula, además, sobre una «Poimandres Gemeinde», con su Libro Sagrado, «Die Sprüche des Poimandres». También puede tener origen egipcio: Poimandres sería el eime (noûs) de Ra (Dios Supremo); es lo que piensa SCOTT (I, págs. 16 ss.): Poimandres procedería del copto p-eime-n-rê, el noûs de Ra. Además, la idea de Dios como pastor del rebaño humano está ampliamente atestada en la religión egipcia, cf. BARUCQ, Hymnes, págs. 174, 189, 242, 245 y 246-249. 

Nota tomada de Tratados herméticos, éd. Gredos. 


miércoles, marzo 02, 2016

Colombia 2016

« Los muertos que tiran a los ríos son los mismos que hace 20 años ».
Dijo un amigo del viejo.
El viejo me lo dijo luego, hoy.
Dijo esto un día y se nos quitaron las ganas de alegar y salió el Sol y los rayos ultravioleta que quemaban las células de todos hicieron que el mundo fuera hermoso y que el pus de las heridas y los cuerpos en descomposición que venden chicles por la avenida parecieran modelos de revista y que los miasmas olieran a Fabuloso y Jabón Rey.

Conium maculatum

En América Latina, para algunos, la ignorancia es un destino; en Francia es una vocación.
Por qué tanta gente de mierda en este mundo. Là voilà la una pregunta tentadora. Pero la respuesta certera –ese porque sí- arrebata el misterio a los polemistas y llena de argumentos a los que con estos riman (digámoslo: yihadistas).
Siento tanto asco, tanto, por los que creen nacer con la sartén por el mango, que me asombro. Aunque el odio no sea algo nuevo, siempre cabe un poco más cuando la estupidez –hasta la propia- tiene raíces tan profundas.
En estos esquemas de “guerra de corales” –Viejo dixit- solo queda desarrollar el rol del pez loro: picar el coral, morderlo un poco para dejar que otros peces u organismos entren y se lo coman desde ahí y hasta bien adentro. Se supone que por algo así le dieron chá de conium a Sócrates.

Se está siempre expuesto a la tentación de la deducción lógica herrada, para decir: todos los hombres son Sócrates; tanto para hacerlos beber el chá como para que razonen.