miércoles, abril 27, 2016

Cabezas


Dr. Saturnino Restrepo:

Pocas cosas. Me corté esta tardeelpelotodoelpeloelpocopelo. Me dejé la barba, que también es poca, pero llena el espejo y lo hace no un instrumento de tortura sino algo alado, lúdico tal vez.

Cuando acabé tiré un montón de cosas a la basura. Esto debido a que últimamente –sabrá El Putas por qué-, han estado apareciendo cucarachas. Dr.: esos malparidos bichos… se me había ya olvidado como eran. He encontrado tres. Hace un año había matado uno y duré con una psicosis –o algo así- que me duró un buen tiempo. Límpido, rai, de todo eché y por todas partes. Ahora que las veo venir, venir a visitarme, entiendo el mensaje: me largo al trópico o Bucarest.

Me cansé de esta vida de “rockstar de mierda”, Charly García dixit, no quiero ser como esos hijos de Miguel Antonio Caro. Tal vez quiera ser Caro, pero si no pudo Usted que se movía y se mueve en esas aguas pantanosas de la “actitud conservadora”, de la “ortodoxia” del orto, menos voy a poder yo con mi arsenal atestado de neuronas quemadas y derrotas guardadas en pantalones de marca que me heredó el hijo único.

Ay, Dr. Saturnino, escribir y saber que esta cartica va a pasar a la historia de la historia de la historia, es algo que no tiene precio. No piense en mastercar. Dr., me sacan de Paris las cucarachas, me sacan de quicio los nativos, ojalá no me tenga que tragar estas palabras, este preámbulo con cara de oda a mi regreso así como las cucarachas se comerán y los franceses se soplaran mis cenizas.
Hace un rato no escribía en la lengua de Cervantes y de verdad se siente como si no quisiera acordarme de ese lugar, de esa mancha. Espero verlo pronto.

PS:
¿Las cabezas una metáfora? Puede que sí, quién quita. Me acuerdo que el viejo no me regalaba muñecos sin cara porque era malo para el desarrollo de las mentes jóvenes. Pero a mí eran los que más me gustaban: una expresión lacia. Siempre dibujé manos, por ideología, que en mi caso no es ninguna. Luis Caballero. Las manos son mejores que las caras porque esconden menos cosas. Tal vez por eso no me gusten las caras, tal vez por eso hacer, pensar, en una cara no sea ya tan digno de uno –sujeto intemporal, impersonal y eterno- como pensar en un jardín o un espacio vacío donde intuir una sonrisa. Esto, suponiendo que la sonrisa no venga acompañada de una daga larga y una sensación fría, eléctrica, bajo el pecho.

Lo de las cabezas: ¿Qué diría Freud de este caso? Young hablaría del arquetipo del sombrero, del árbol sin tronco cuyas ramas tocan el cielo porque sus raíces se beben el magma del Infierno. Yo digo que no es nada, que es pereza, que tal vez me interesen más los trajes Armani y otras cosas que codicio sin mucho entusiasmo. Esa vida adulta de gente que se habla como escindida por dentro, cascos de mandarina. Eso, tal vez esa sea la pendejada de pintar de la mente gente sin cabeza sentada en sofáses vivientes, sobre conejos.
Nuestra mente está cautiva en el estómago de Dios, Dr. Saturnino, no se le olvide. El universo oscuro y tenebroso está en eso, en paredes llenas de ácido y el movimiento peristáltico de un ser al que mucha gente le reza sin saber si existe o no. 

Él sí existe, como todo, y nuestras conversaciones son su sistema nervioso.

Acabo de adquirir Non luogo a procederé. Insisto, lea Walter Benjamin, “Ajuiciate mama, [cogé] juicio, [cogé] el juicio muchacha ajuiciate”.


Un servidor




[bajo esta palabra hay una garabato inmundo] 

1 comentario:

Lilia Valencia Valencia dijo...

Feli... no gusta esté artículo. Un poco loco y despeinado como usualmente lo haces, pero rico de leer. Revisa los "sofáses" que así no ayudan al descanso.