La exuberancia
del trópico en América del Sur habría hecho de Sigfried o Sigfredo un hombre vulnerable,
débil. Por un lado, el dragón que pudo matar para salvar el oro y el anillo de
los Nibelungos no habría sido tan dócil. Considerando la humedad y la cantidad
de oxígeno disponible, la talla y destreza del monstruo lo hubieran hecho
volver a su casa, para así llevar una vida normal, eliminando de paso el mito.
Por otro lado, de haber matado al tal dragón y de haberse bañado en su sangre
para volverse invencible, la hojita que le dejaba descubierta una estrecha región
de la espalda, no habría sido tal. No, las plantas de la selva amazónica y
de otras regiones de esos trópicos son enormes, y Sigfrido no habría dejado
nunca su asiento, nunca, o habría simplemente recurrido a la diplomacia para no sentirse menos invencible en
las batallas. Una vez más, el mito y la proeza no habrían pasado de ser un
secreto mejor guardado que el de la ‘hojita’ que Krimilda y Brunilda dejaron
rodar por los pasillos y las sayas hasta hacerse lanza incrustada en la espalda
del gran héroe.
martes, marzo 29, 2016
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