Me cuenta el viejo que alguna vez alguien le dijo: “cuando
me entuse, te desentierro para que oigas todos mis lamentos”. Ahí supe que el
viejo tenía muchas cosas escondidas bajo esa cara y esa corbata negra
delgadita. Él se vestía bien cuando estaba triste y siempre estaba triste.
Salvo por unos zapatos blancos que alguna vez compró, todo era muy correcto.
-Pasa uno la vida buscando cosas que no se le han perdido
–creí oírlo decir una vez con un pedazo de plástico en la boca-, se siente uno
bien pensando en recuerdos falsos, de cosas oscuras que se mueven detrás de las
matas y que portan máscaras de animales.
Nunca entendí que quiso decir con eso. Se fue y cuando
quise exhumarlo, al viejo, la tumba estaba vacía. Puta. Sí, que susto me llevé
cuando vi mi mail lleno de fotos donde él viejo, en Viena, se veía lleno de alegría,
llena su piel de un brillo inusual. Pero luego de una copa de agua, que bebí
sin mucho interés, vi que unas cuerdas o alambres estaban atando y que unos anzuelos
estaban halando, moviendo, sus mejillas para que sonriera.
Panta rei…
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