lunes, enero 25, 2016

Recuerdos de infancia

El viejo se burlaba de mí constantemente. Pero sus carcajadas martillaron esta tarde un tema que a él le era muy querido: la transformación de las ciudades en tumbas. Sí, una día, subiendo los pies sobre la mesa roja, me dijo que toda su niñez fue guiada por el mantra de las células que explotan, por el ruidito rítmico de los ojos de las personas cuando se evaporan. Era septiembre de un año de esos perdidos, vueltos mierda. Septiembres. Sus palabras eran alegres y ágiles.

-Siempre quise ser biólogo –acertó a decir luego de una retahíla sobre cruzar perros con gatos hasta que salieran hienas y otra cosa que no entendí muy bien sobre un virus. Al final, la fuerza de sus palabras y esa forma extraña de hablar en serio cosas que de verdad parecen broma, me hizo entender que Virus, era el grupo argentino.

Con el viejo todo pasa de esa manera y nunca de otra. Comimos papas sancochadas y fríjoles con cilantro y sal mientras la historia de los infantiles anhelos de ver la maleza comiéndose los edificios y las casas se confundían con el murmullo de sus dientes triturando la cena. Bolo alimenticio, olvido y abdominales. El viejo.

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