lunes, enero 04, 2016

Dos pesadillas

Del ár. hisp. alkímya, este del ár. clás. kīmiyā['], y este del gr. χυμεία chymeía 'mezcla de líquidos'.

Pesadilla n° 1
Toman una foto que retrata un grupo de gente. La miran. En el fondo, entre dos personas que sonríen hay una mujer que se ve muy pequeñita: vestido blando, hombros descubiertos quizás, cabello rubio como de los años maravilloso, como en forma de bola y hongo, lleva guantes y sus manos se ven porque posa para la foto aunque no estaba en esta. Ella no tiene cara sino una especie de vacío, negro. Cuando miran el espacio vacío este comienza a revelar que es un lugar de maldad y energía negativa, la encarnación de algo muy oscuro que comienza a tragárselo todo muy muy lentamente y sin avisar. Es la maldad misma y es negro como la pez. En ese momento despierto dentro del sueño y veo algo de color anaranjado que se mueve frente a mí. Yo lo veo con los ojos entreabiertos, paralizado y tratando de despertar. Luego miro bien el vaivén de ese cuerpo anaranjado y percibo que es una cuchilla, un machete. La mujer de la foto está a mi lado, en la cama y simplemente está tomando impulso para que su golpe no falle y me pueda mutilar la cara. Trato de moverme y no puedo.

Me despierto entre gritos.

Pesadilla n° 2
Una reunión. Van a tomar una foto de grupo y todos posan, hay muchos viejitos, como músicos de jazz. Cuando todos dejan de posar y comienzan a moverse yo trato de acercarme a la ventana o pasar a no sé dónde. Le pido permiso para pasar a una señora y cuando paso con cuidado para no golpearla resulta que una fuerza increíble me empuja. No le hago daño a la señora pero la miro asustado, sin dar crédito a lo que estaba pasando porque había sentido algo que me había halado con mucha fuerza. Pensaba en la misma sensación que se desprende de dos imanes que juntas sus polos positivos. La señora resulta ser mi tía papito, una de mis tías papito, Barbarita, y me mira muy confundida, con lástima tal vez. Mira hacia arriba de mi cabeza donde ella ve algo y me dice que me asome a verlo, que es algo muy mal, muy grave lo que tengo, que mire. El vidrio de un peinador puesto contra un muro me va a servir para poder mirar lo que me está pasando. Me asomo con cautela y angustiado y veo en el reflejo que sobre mi cabeza hay un alma de algún ser, una cara negra traslúcida que me está reclamando porque quiere tomar control de mi cuerpo y cuando me percato de esto, siento terror. Ahí la cosa esa que está sobre mí me toma y me hace volar sobre la mesa y seguramente hacia una ventana que está abierta. Todo esto pasa y yo no me puedo mover o hacer nada. 

Me despierto entre gritos, tomo el cuaderno verde y dibujo lo que vi, triste y sin ganas de volverme a dormir. Me paro y me acerco a la ventana para leer con ayuda de la poca luz de la mañana. Cicero, Pro Sestio.


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