El viejo entendió que, acabado el año, el barco
no resistiría más. La silla amarilla ya no estaba con la mesa roja. En su
lugar, había una mueble, viviente, obvio, pero más funcional. La casa había perdido
su encanto porque ya lo había asumido y ahora necesitaba reinventarlo; sin
embargo, ni el viejo, ni mucho menos yo estábamos dispuestos a dar ese giro.
Eso, hasta hoy.
lunes, diciembre 21, 2015
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