martes, junio 26, 2012

Amputaciones

A veces, la impresión de ser amado es lo que hace que sientas acompañado. Ya no hay más. Nada. Cero y un poco menos. En ocasiones especiales, precisas cortar todo el cuerpo para salvar la mano. Ella sigue sola, dejando un rastro de sangre tras de sí. Ya luego –escondida en una cueva- logra recuperarse y hacer que de nuevo un cuerpo, uno fresco, surja de la herida. Esa es la vida de las manos, salvarse del peso de un cadáver.

Los científicos hablan también del momento de la mutilación. Las conversaciones entre manos son muy tristes, reflexionan durante horas para saber cuál va a quedarse con el cadáver y así perecer. También saben, por consiguiente, quién dejará a su compañera libre. Se juran amor eterno, se dicen qué será de ellas en otra vida, en aquella donde la putrefacción eleva los espíritus, en forma de gas o bolo alimenticio de insecto.

La que se salva promete que cuando un nuevo cuerpo nazca de la herida, su hermana será similar, será exacta a quien con una espada filosa la amputó dándole la libertad.

Ciertos libros de ciencia estudian este fenómeno.

Sostienen también que hay manos que desean liberarse del cuerpo agonizante pero nunca queriendo conseguir regenerar un cuerpo que tenga una mano como aquella que la liberó. Son raros los casos, pues la estructura mental de las manos es generalmente inestable, débil. A esto se le llama “amputación del yo”. Pero para que ocurra, debe haber un yo. Por esa razón esas manos solitarias pasan días tratando de llegar al mar, para untarse de sal. Otras van a Viena y se cuelan por los pasillos del Belvedere.

No hay comentarios.: