Martes. Salió del trabajo a las 21h45, como siempre. Como siempre comenzó a bajar las escaleras, una a una. Como siempre olía mal allí; bajo las escaleras que conducían a los casilleros, encontraba todo tipo de miasmas y hasta números telefónicos.
Algo rasgó la realidad: una paloma estaba cenando. Se acercó, entonces, para ver.
Algo rasgó la realidad: una paloma estaba cenando. Se acercó, entonces, para ver.
La paloma vaciló antes de salir volando, seguramente porque picoteaba un verdadero manjar.
Era un dedo, el dedo de una persona.
Miró nuevamente y sí, era un dedo.
Era un dedo, el dedo de una persona.
Miró nuevamente y sí, era un dedo.
Miró a su alrededor pues tenía miedo. Un ruido y un sudor espeso no lo dejaban ni pensar, ni moverse como siempre. Siguió el camino hasta el casillero para irse inmediatamente. Nunca se había sentido más aislado, la estación de tren –lugar donde trabajaba- estaba desierto; ni un alma y un cuerpo sin un dedo escondiéndose en alguna parte, una persona sin un dedo mirándolo desde alguna parte… o peor.
Subiendo las escaleras vio que las paredes del camino que lo conducía a los casilleros estaban manchadas con sangre. No eran grandes charcos, simples manchas, pero de sangre al fin y al cabo.
Sangre por todas partes: pequeñas gotas en el suelo y ellas conducían al casillero de mujeres. En medio de la confusión se vistió, se puso los zapatos y se fue para cine.
Sangre por todas partes: pequeñas gotas en el suelo y ellas conducían al casillero de mujeres. En medio de la confusión se vistió, se puso los zapatos y se fue para cine.
Esa noche durmió normalmente y tuvo pesadillas con un oso de felpa. Al día siguiente mientras viajaba hacia el trabajo, recordó que ese juguete despedazaba con sus tentáculos una serie de animales que chillaban hasta enmudecer en la agonía. Los rieles del metro emitían el mismo sonido.
-¿ Tentáculos? –le dijo ella luego de escuchar su historia- Los osos de felpa no tienen tentáculos…
-¿Eso te parece lo más importante? Te dije que vi un dedo, un dedo de una persona. Luego vi sangre por todas partes –le respondió tratando de guardar la calma y de bajar la voz-.
-No me hables de eso, es asqueroso.
-Bueno, ok.
-… –ella siguió mirándolo de una manera extraña-.
-Qué…
-...los osos de peluche no tienen tentáculos.
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