La veía inalcanzable. Así se quedó, inalcanzable. No pudo siquiera compararla con una estrella. En fin, sólo recuerda que leía un libro llamado “Whiskey wife”. Su frustración lo llevó a soñar cada noche con la parte del cuerpo del monstruo en el que se transformaría cuando todo acabara, cuando el fin de todos comenzara.
La primera semana soñó las manos, los dedos. Se dio cuenta que todos los días en los periódicos salían anuncios clasificados de personas que buscaban sus dedos pues los habían perdido sin darse cuenta. Las autoridades ya estaban bajo alerta.
Cerró el periódico. Tomó un sorbo de café agarrando lentamente la oreja del pocillo. Pensaba en una sonrisa, una perfecta que pudiera ser ejecutaba inclusive en los momentos en que el horror fuera como el oleaje. No lo logró. Nunca pudo imaginar esa sonrisa. Aquel día fue a la farmacia –la que atendía don Mario en la esquina- con la firme intención de comprar un medicamento que le ayudara a dormir aún mejor. Pagó por éste y lo ingirió. Antes de caer inconsciente en su cama pensó en la cabeza del monstruo en que se habría de transformar.
Al día siguiente, sin abrir o siquiera pensar en el periódico y los anuncios clasificados, pudo conjurar la sonrisa perfecta, aquella que rompería en pedazos un ángel de haberlo encontrado en un rincón del cielo. Tomó el periódico y lo arrugó para tirarlo a la basura.
Un martes de ese mes encontró a su mejor amigo. Lo invitó a un café. Mientras hablaban notó que a su amigo le faltaba un dedo. Sin aludir a su extraña mutilación, vino a sus labios la sonrisa. Su amigo lo miró. Él siguió la conversación como si nada.
Antes de que pidiera la cuenta su amigo le informó sobre un libro que acababa de tirar a la basura. Con la maldad gravada en el rostro también le dijo lo mucho que le habría gustado a él leerlo. Cuando supo el nombre del libro no pudo hacer otra cosa que salir corriendo al diario de la ciudad y poner un anuncio. La persona encargda lo miró y le dijo: “¿No vino Usted ayer a poner el mismo anuncio?”.
1 comentario:
spare me los malos recuerdos que flotantes quedan del paso de un estado de conciencia al otro. es como cuando en yo conmigo, en el libro que cura la esquizofrenia, fabian zalazar afirma contundentemente que no hay que temerle a los agigantados avances de la actualidad, en este caso, de la actualidad anatomica.
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