sábado, agosto 01, 2009

Cumpleaños

Llegando a conclusiones apresuradas, me sorprendió un pensamiento hoy en la mañana. Pasó todo en el momento exacto en el que hacía pilares con mis manos. Sabía que luego de eso llegaban los ojos de la Luna para hacerme sentir mal.
Todo pasa deprisa, el tiempo -exista o no-, los perros callejeros, los hot-dogs, los amigos y el aire a través de algún orificio en un bomba, de las de inflar. Todo pasa rápido; la idea principal.
Hace poco cumplía años Mili Arango, hace relativamente poco estaba bajándome de un avión y la sonrisa de mi mamá, más el "qué más cerdo" de mi hermano, me hacían sentir en casa. Hace poco también cumplió años la librería. Recuerdo que estaba por ahí, hablando, y miré el reloj. Eran las siete de la noche. Tenía media hora para llegar a la librería y oir alguna historia, alguna buena historia.
Llegué a la librería, casi corriendo. Agitado pero disimulando mi amoción de estar allí, apoyé mi hombro en una de las columnas de la librería, cerca a aquel retrato de Borges. Era el cumpleaños de la librería y no parecía haber mucha alegría en el aire. Únicamente se rumoraba que todos iban para un tal restaurante Argentino y Taliano que había inaugurado cerca a Santa Inés. Todos son todos. Amistá y yo quedamos fuera. Yo, personalmente, no quería ningún churrasco lleno de pasta o algo así. Quería una cerveza y un hot-dog.
Así lo hicimos: compramos los perros, comimos, compramos un par de cervezas (una para cada uno) y luego, como quien dice, nos atarwaniamos un muro. Sentados hablamos. Sentado luego me quedé porque la buseta pasaba; de ahí que diga que las cosas pasan deprisa, que los amigos pasan deprisa, que el tiempo -exista o no, insisto- pasa deprisa; Amistá se iba y yo me quedaba. Me quedé unos minutos sentado en el muro.
El último sorbo de cerveza fue fugaz, fue algo especial, como miles de ojos que se concentran en un vuelo que desciende por mi garganta.

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