“Yo no rindo exámenes de consciencia/Siempre supe de qué estábamos hablando/
No juegues así conmigo… que soy simple”
Babasónicos, Exámenes
Eran las 7h. Sentado frente al computador me dijeron adiós. Sentado frente al computador pensé que no había hecho nada para merecer ese premio: la libertad. Sentado frente al computador la cara de la mujer que amaba pronunciaba las palabras más dolorosas y el ritmo del tiempo ya no era de mi agrado. Sentado frente al computador me sentí desnudo a pesar de tener una toalla puesta. Sentado me dijeron adiós. No hubo indemnización.
En el metro no pude contener las lágrimas.
Iba tarde –como siempre- para la casa de Emilie. Allí cerca hicimos las compras. Tomamos el auto y salimos de París. Todo era desconocido para mí; el camino, el modelo del auto, mis compañeros de viaje… todo era desconocido para mí. Vacances de pâque ! Merde !
Ocho días en el sur de Francia, mi Waterloo; la Côte-d’Azur, el territorio donde pensé hasta cansarme de esa facultad, la de pensar. Allí descubrí que el cerebro únicamente sirve para no enamorarse, que la voluntad no funciona con la distancia pues el espacio puede más que las ganas, el agua de mar no sólo corroe los electrodomésticos sino los sentimientos. El amor es una ilusión, es deformidad.
Sol dos días, noches que no preciso haber vivido, playas en las que no encontraba nada. Amargura, en una sola palabra: amargura. Lo triste y lo bello allí eran lo mismo: el mar –que por lo general es salado- allí era amargo, y eso que no lo probé. Era helado, eso lo verifiqué con mi pie derecho, cerca de Toulon.
Lo bello y lo triste tenían plena forma, plena identidad, en todo cuanto veía. Mis teorías cobraban vida, aquellas que tengo sobre temas tabú. El azul del mar y las estúpidas conversaciones reprimían mis ganas de llorar. La oscuridad y la mañana que esperaba muerto de frío en mi sleeping bag, eso era todo lo que tenía allí: una máscara compuesta de alcohol y cansancio, de risas que no sé explicar.
Fuerza bruta, soportar la luz del día y el pensamiento que iba enloqueciéndome. La fuerza bruta es sobrevivir al silencio y el desamor; en ese punto de la historia, un cráneo humano que se deshace entre los piñones de una máquina no es otra cosa que una foto digna de una postal.
Veneno, acá no hay letras, no hay ideas, sólo veneno. Lo triste y lo bello.
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