domingo, agosto 12, 2007

La media

Un hombre encontró una media en su patio trasero. Miró hacia arriba. Algo se preguntó. A juzgar por la cara que tenía todavía no encontraba respuesta. Estiró la media con fuerza y la levantó para examinarla a contraluz. Después de unos minutos de darle vueltas al asunto vio con espanto que la media no le servía. Palideció. Fue por la escopeta al baúl de su habitación; corriendo. La encontró detrás de la puerta, colgada de una correa roja. No le gustaba el rojo; más extraño aún.
Puso seguro a todas las puertas de la casa para luego entregarse a una paranoica cacería. Cerró las ventanas. Debía acabar con el dueño de aquella prenda de dimensiones monstruosas.
Empuñando su escopeta, se introdujo en el comedor dando pasos cortos y medidos. Olfateaba, aunque no olía nada extraño. Oía los latidos del reloj. Miraba. No recordaba haber dejado los materos con flores, ni las revistas apiladas en un rincón, tampoco un par de sillas viejas con pequeñas tallas que sus dedos no conocieron a pesar de palpar con insistencia.
De repente llegó hasta su nariz un espantoso olor a cigarrillo. Todo esto lo sorprendió tanto que estuvo a punto de dispararle a un atrapasueños que inesperadamente le rozó el hombro. Pero la verdadera sorpresa se la llevó cuando –rodeado por los muebles- recordó que su comedor era de madera y no de metal. El que veía al fondo era de tubos, con un vidrio arriba. Estaba allí, él solo. Miró de soslayo a través del arco de la cocina y supo así que el azulejo era amarillo. No podía ser –pensaba mientras se mordía la lengua y el sabor a sangre se regaba por su boca-. Con el pecho ya triturado por los nervios, se dio cuenta que no estaba en su casa.

2 comentarios:

pin2 dijo...

es que tomar tanto hace daño...
mentiras, muy chévere.

Anónimo dijo...

Excelente, pero hay una posible errata: ¿quieres decir "Miró soslayo" o "Miró de soslayo"?