domingo, agosto 12, 2007

4:16 pm

No consigo acercarme a los otros. Hay una barrera, un muro de esencias casuales. Siempre la desconfianza. El no saber qué están pensando hace que me detenga, que me quede callado. Debe ser por eso que me gusta cantar en las botellas (no es una metáfora, realmente canto en las botellas), para que nadie me vea, para que solamente yo escuche mi voz mientras todos creen que la cerveza no llega a mi garganta. ¿Mientras todos? No, no, no. Sigo en el canal equivocado, dudo de mi existencia simbólica. Sordo a los pensamientos, sólo me queda mirar y mirar, mirar con las pocas fuerzas que aún quedan en mis pupilas. Sol en la tarde, sombras largas en el suelo. Tengo que ir al médico.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me parece genial. Con todo, hay algo -como casi siempre- que quiero decir. El sentimiento que subyace a este texto no me es del todo extraño, dado que por mucho tiempo me sentí así. De hecho, algunas veces intenté escribir algo sobre el tema sin mayores logros. Sin embargo, si en vez de ti hubiese sido yo quien lo hubiese escrito aquí y ahora, el texto -¿monólogo?, ¿relato?, ¿soliloquio?, ¿poema?- no sería genuino (como lo es, en efecto, el tuyo). Digo que no sería genuino porque, desde que trabajo en la biblioteca de la universidad (¿sabías que sirvo ahí?), el trato con las personas me ha hecho ver que después de todo no soy la musaraña enjuta que creía ser.( De hecho, mi situación de asistente de bibliotecario ha hecho que ese sentimiento de extrañesa se me aparezca ahora un poco extraño).Por lo contrario, he conocido gente extraña que de ningún modo es pusilánime o huraña -¿como yo lo fui o como aún lo soy? Eso no lo sé-.
Alguna gente, los más extraños, se resisten a cualquier clasificación conceptual: no hay suficiente idioma para describir su perfil psicológico a plenitud, salvo el elemento usual de las catalogaciones generales como las del tipo "esta es una chica inequívocamente hiperestésica" o "este tipo se cree un galán y no es sino un alfeñique desmirriado" o "me atafaga la actitud de este gandul que habla de mecánica ondulatoria con propiedad aunque desconociéndola por completo". Otros parecen salidos de una historia de ficción: tanto que lo único que les falta es poseer un tercer ojo en la frente, o portar con compostura una piel escamada y lívida, o tener un cuerpo cuyas extremidades se encuentren por completo embargadas por musgo tierno e hirsuto.

Creo ser la prueba de que un aparecido con cargo de asistente de bibliotecario puede llegar a conocer más del alma humana que cualquier gaznápiro con cargo y consultorio de psicoanalista en esta universidad. (Si no lo crees así, mi réplica es simple: reexamina lo que dije con anterioridad y verás que tengo razón.)

P.D: ¿Sabías que la señora que me entrevistó para entrar al cargo de asistente de biblioteca era una psicóloga? ¿No?. Bueno, la verdad no tenías por qué saberlo. ¿Sabías qué me preguntó? ¿No?. Bueno, tampoco tenías por qué saberlo. Me preguntó (la cita es textual según recuerdo): "¿Se considera usted objetivamente subjetivo o subjetivamente objetivo?". Mi respuesta (textual según recuerdo) fue: "Metafísicamente obeso".
¿Extraña la señora, no?