Recuerdo el color magenta por registro mental original. No. Todo lo contrario. Veía pues un programa llamado Liveman. Era muy bueno, como los Power Rangers pero decente. Liveman era una serie llena de batallas y transformaciones. Como accide
ntes estaban los personajes y sus disfraces; uno de los malos era una mujer que al final no resultó ser tan mala (supongo que por gracia del Objeto a de la educación y el espíritu nacional japonés, genius loci en acción). Recuerdo que la mujer de la que hablo se llamaba Magenta. Era un cyborg; lo declaraba abiertamente. Pendant la bataille. En los capítulos finales, se dio cuenta Magenta que sí era un ser humano. Muy triste. Luego se autodestruyó y murió como una honorable y mortal máquina de combate. (León in my mind, all the time).
Magenta y magenta sólo me recuerdan un Loom de rayos rojos, rojizos -digo-. La continuidad de dos memorias que no se corresponden pero que se buscan, como una figura ovalada, una boca en el aire que se abre –nos traga- y conecta con el intestino de Dios. Al principio esta figura es una pequeña línea en el cielo. Negra.

Magenta y magenta sólo me recuerdan un Loom de rayos rojos, rojizos -digo-. La continuidad de dos memorias que no se corresponden pero que se buscan, como una figura ovalada, una boca en el aire que se abre –nos traga- y conecta con el intestino de Dios. Al principio esta figura es una pequeña línea en el cielo. Negra.
El viernes pasado, en clase de Medicina Legal, la profesora habló de un proceso químico que sufren los dientes expuestos a altas temperaturas. Dijo que se volvían rojos, pero requieren del llamado fenómeno vital para que ocurra. Magenta.
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