Pues aquí sentado, con las manos en los bolsillos, me doy cuenta que mi personalidad se pierde. Ya no se autodestruye. Ahora el problema es otro, siento que se pierde en medio del bosque, siento que es absorbida por la niebla que mana de la boca del jaguar. Mis bolsillos están llenos de papeles: volantes de un tal Profesor David. Je ne sais pas qui est c'est homme, monsieur David. Un té en la tarde. Un chocolate en la mañana; noción del cero absoluto: el telar y las muñecas sentadas en las piernas del ogro azul. Con la barba hasta los talones pero sin ideas.
La guitarras me hablan, comprendo perfectamente la frase sagrada que para los hombres de poca fe resulta ser un do menor, o un si bemol. Vagabundo. Odiar el vaivén de do menor sostenido, es una verdadera hazaña, la posibilidad de todas las imposibilidades. Con cada segundo que pasa –con cada gota de mi vida que se escapa- comprendo dos cosas: que el sonido es otra dimensión del espacio y que la Coca-Cola es veneno.
La guitarras me hablan, comprendo perfectamente la frase sagrada que para los hombres de poca fe resulta ser un do menor, o un si bemol. Vagabundo. Odiar el vaivén de do menor sostenido, es una verdadera hazaña, la posibilidad de todas las imposibilidades. Con cada segundo que pasa –con cada gota de mi vida que se escapa- comprendo dos cosas: que el sonido es otra dimensión del espacio y que la Coca-Cola es veneno.
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