lunes, julio 30, 2007

Era Buda

Era Buda. O por lo menos una de sus reencarnaciones. Meditaba, y cada 3 o 2 horas y media se rascaba la cabeza con el dedo meñique. Le conté a un amigo esta anécdota, y me dijo algo así como: eso debe tener un significado. No le presté mucha atención pues estaba haciendo calor y sentía que las ramas crujían; tal vez un tigre con hambre nos esperaba. Llegué a casa temprano.

Lo seguí mirando por las tardes luego de salir de la escuela. Su cabeza brillaba contra el sol, la tarde era larga, pero el sol era uno con la mente de Buda, era luz y pensamiento. Eso me confundía.

Buda es grande, es invulnerable, es todo amor. Eso era lo que decían las oraciones que elevaban los vecinos.

Una tarde, al salir de la escuela, disparé una flecha contra Buda. Murió; la flecha se le clavó en el cuello y un hilo de sangre brotaba furioso, revelando la dirección del viento. Ahora ¿Es Buda invulnerable? Tendido en el suelo –retorciéndose- no parece tan grande; ojalá sea todo amor y me perdone. Que Dios esté con quien tiene la vida eterna y la velocidad máxima de arrepentimiento.

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