Dicen los que saben de teología que Dios es un ser perfecto. Yo sólo creo en él, lo respeto y amo tanto que no me atrevo a decir cosas allende suyo; la fe es eso: creer y ya. ¿En qué íbamos? Ah, sí: Dios es un ser perfecto, y obedeciendo a tal condición, se supone que no debe haber otro ser perfecto. Así sacan de taco al politeísmo. Y bueno, digamos que sí, que esos requisitos para ser un dios son ciertos. Dicen también los mismos entendidos en teología –además los doctos en catequesis- que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza.
El hombre está dotado de libertad, y apoyado en eso es que puede reproducirse como los granos de arena que ensucian el mar. Se supone que si Dios lo creó, la libertad también venía incluida dentro del paquete. Luego el hombre se dedicó a imitar a su creador, fabricando dioses y cosas, cultura. En el seno de esta nace la ideología liberal, nace el libre mercado. El hombre ahora dota a sus monstruos de libertad.
El mercado es creado por el hombre, y si Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, entonces ¿Tiene el mercado algo que ver con Dios? Si el mercado posibilita que hombres dotados de libertad comercialicen libros que tergiversan la imagen de Dios, entonces ¿Dónde está la autoestima del creador? ¿Es útil la libertad para el desarrollo del sentido del humor de Dios a través de las burlas que de sí hace usando a los hombres? Admite entonces la creación una interpretación sistemática, hay que mirar esta vaina como un todo. Ser un ser perfecto no implica la negación del humor, y de burlarse de uno mismo. ¿Qué alcaloide se extrae de las galaxias fermentadas y de las estrellas derretidas por la espera infinita? Serina.
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