Entendí el « O
ovo e a galinha » y quedé triste y sin fuerzas y quise que todo se fuera a
la mierda dejándonos al viejo a mi tranquilos, con los pies metidos en la
piscina, comiendo jugo de guayaba agria sin hielo y con muy poca azúcar.
Este cuento
es monstruoso –dijo el viejo lleno de una rabia que sentí propia, pero sobre todo,
muy ajena a él, robada entonces, me robaba, por primera vez mis emociones.
Desilusión.
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