sábado, septiembre 05, 2015

Visita

Esta mañana me despedí de mi mujer y mis hijos, uno de un año y otra de tres, y me sentí extraño, como si durante todos estos años hubiera estado viviendo una vida ajena. Así, con este sentimiento no pude hacer otra cosa que irme al red light district, donde las putas.
-¿En serio hiciste eso?
-No, me vine para acá, hola.

El viejo cerró la revista de donde había sacado esas líneas, esa historia, y levantando la ceja me dijo casi gritando: Gillermo Matilla, Don’t set my caterias on fire, 2002.



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