El viejo helléniste ? Le voilà un truc
nouveau, tiens !
Pasado el espanto pude decirle que me
transmitiera ese conocimiento. Sí, dijo sí de la única manera en que podía
hacerlo. El viejo.
Avanzando por esa ciénaga de
palabras y términos que desaparecen en su familiaridad, que se
deshacen en ese paladar metafísico del que nos hubiera podido hablar Kandinsky,
avanzando por ahí llegamos a la palabra κατάλογος pisamos la guarida de un
tabú. Sí, esas historias que producen paura.
El viejo me miró con una cara
amarga que le devolvía su look cadavérico, segundos antes de estar sonriendo y
levantando la ceja. Puta, la cagué. Eso fue lo que resonó en mi fuero. La cagué
y acá termina mi educación helenística, de súbito, ciego, sin Ilíada; sentí que
volvíamos a Ítaca.
-¿En qué sentido? –le pregunté
haciéndome el piola y dejando las gafas en la punta de la nariz para mirarlo de
reojo.
-Marica, ¿qué? ¿Cómo así qué
sentido? ¿Cómo así que en qué hijueputasentido? Carechimba… –y así prosiguió
hasta que yo dije traje el abracadabra-.
Repita. Eso fue lo que dijo.
Sentí que había logrado llamar su atención, sacarle las palapitaciones de esa
órbita del pasado. Y cómo
odiábamos todos nuestro pasado, eso pues no se le puede querer, no después
de tanta agua sucia y hojas podridas en el techo.
Silencio. Me paré y puse algo
de Kendra Foster. Possession-Free Philosophy.
Uuuu. El viejo dijo « u », prolongando la vocal hasta que supe que había
salido del pozo. Ya no pensaba en ovejas negras.
-Digo: κατάλογος en qué
sentido, ¿en el filosófico en el físico o geográfico? –Cuando el viejo me dio
su mirada, supe que tendía que explicarlo todo-. La segunda acepción no está
lejos de la primera; la etiología es zoología, amigo.
-No soy su amigo, hable.
-Palabras hacia abajo, cosas
en un orden aparente, pero no ciego, tal y como debe ser el verdadero orden. Ecco! Su sentido geográfico trasciende
lo que el primer ya enterró al decir que un κατάλογος es la descomposición del
encéfalo y el timos de quien usa…
-…sí, una lista, puede
decirlo.
-…no, estamos tratando de
poner esto por lo alto y de salir del miedo, idiota. Sigo con κατάλογος –dije
golpeando la mesa roja con la yema del índice; el viejo se cruzó de brazos-. El
timos, en eso iba: un κατάλογος no es una actividad digna pues las palabras
pierden su valor en esa repetición que las desnuda dejando ver solo una carne
blanca, sin gracia, macilenta. Sus dos sentidos coinciden ciertamente, pues
indican el descenso, la caída y la puesta en desgracia.
No, no había que decir mucho.
El viejo escribió una frase de Dany Laferrière. “J’écris pour ne pas m’expliquer”. Pensé un por un momento mirando al
viejo, hasta que éste abrió sus ojos y unas arrugas se formaron en su frente.
Asustado me pasó un pañuelo para que me limpiara la sangre que tenía que me
escurría por la nariz y se me coloreaba el bigote y los dientes.
-Laferrière le rompió la
chompa, marica –exclamó el viejo mientras me pasaba otro pañuelo, se ponía de
pie y ponía de nuevo la canción de Kendra Foster.
El dolor puesto en un κατάλογος
desaparece. Arriba estaban los instrumentos y esa voz que hace que el mundo
entero tome la consistencia de flores de manteca que luego de polinizadas
desaparecen, derretidas. Ya
siento que la ira se va –me dice el viejo poniéndome la mano sobre la cabeza-;
es cierto que a veces duele, que estas heridas no sanan –dijo señalándose el
oído- pues pocas, muy pocas personas entienden la música desde este lado.
Las referencias al miedo me
permitieron entender de quién estaba hablando. De qué. Ese es el término adecuado para
los recuerdos que llenan los armarios de Barba Azul, κατάλογος. Todo vuelve al
punto de conflicto, amigo –le dije al viejo-, Τα Πάντα ῥεῖ.
-Cállese marica –le oí decir con una voz muy
cortés mientras me mostraba unos libros de grabados de Gustav Doré que había
comprado.
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