lunes, noviembre 24, 2014

Kατάλογος

El viejo helléniste ? Le voilà un truc nouveau, tiens !
Pasado el espanto pude decirle que me transmitiera ese conocimiento. Sí, dijo sí de la única manera en que podía hacerlo. El viejo.
Avanzando por esa ciénaga de palabras y términos que desaparecen en su familiaridad, que se deshacen en ese paladar metafísico del que nos hubiera podido hablar Kandinsky, avanzando por ahí llegamos a la palabra κατάλογος pisamos la guarida de un tabú. Sí, esas historias que producen paura.
El viejo me miró con una cara amarga que le devolvía su look cadavérico, segundos antes de estar sonriendo y levantando la ceja. Puta, la cagué. Eso fue lo que resonó en mi fuero. La cagué y acá termina mi educación helenística, de súbito, ciego, sin Ilíada; sentí que volvíamos a Ítaca.

-¿En qué sentido? –le pregunté haciéndome el piola y dejando las gafas en la punta de la nariz para mirarlo de reojo.
-Marica, ¿qué? ¿Cómo así qué sentido? ¿Cómo así que en qué hijueputasentido? Carechimba… –y así prosiguió hasta que yo dije traje el abracadabra­-.

Repita. Eso fue lo que dijo. Sentí que había logrado llamar su atención, sacarle las palapitaciones de esa órbita del pasado. Y cómo odiábamos todos nuestro pasado, eso pues no se le puede querer, no después de tanta agua sucia y hojas podridas en el techo.
Silencio. Me paré y puse algo de Kendra Foster. Possession-Free Philosophy. Uuuu. El viejo dijo « u », prolongando la vocal hasta que supe que había salido del pozo. Ya no pensaba en ovejas negras.

-Digo: κατάλογος en qué sentido, ¿en el filosófico en el físico o geográfico? –Cuando el viejo me dio su mirada, supe que tendía que explicarlo todo-. La segunda acepción no está lejos de la primera; la etiología es zoología, amigo.
-No soy su amigo, hable.
-Palabras hacia abajo, cosas en un orden aparente, pero no ciego, tal y como debe ser el verdadero orden. Ecco! Su sentido geográfico trasciende lo que el primer ya enterró al decir que un κατάλογος es la descomposición del encéfalo y el timos de quien usa…
-…sí, una lista, puede decirlo.
-…no, estamos tratando de poner esto por lo alto y de salir del miedo, idiota. Sigo con κατάλογος –dije golpeando la mesa roja con la yema del índice; el viejo se cruzó de brazos-. El timos, en eso iba: un κατάλογος no es una actividad digna pues las palabras pierden su valor en esa repetición que las desnuda dejando ver solo una carne blanca, sin gracia, macilenta. Sus dos sentidos coinciden ciertamente, pues indican el descenso, la caída y la puesta en desgracia.

No, no había que decir mucho. El viejo escribió una frase de Dany Laferrière. “J’écris pour ne pas m’expliquer”. Pensé un por un momento mirando al viejo, hasta que éste abrió sus ojos y unas arrugas se formaron en su frente. Asustado me pasó un pañuelo para que me limpiara la sangre que tenía que me escurría por la nariz y se me coloreaba el bigote y los dientes.

-Laferrière le rompió la chompa, marica –exclamó el viejo mientras me pasaba otro pañuelo, se ponía de pie y ponía de nuevo la canción de Kendra Foster.

El dolor puesto en un κατάλογος desaparece. Arriba estaban los instrumentos y esa voz que hace que el mundo entero tome la consistencia de flores de manteca que luego de polinizadas desaparecen, derretidas. Ya siento que la ira se va –me dice el viejo poniéndome la mano sobre la cabeza-; es cierto que a veces duele, que estas heridas no sanan –dijo señalándose el oído- pues pocas, muy pocas personas entienden la música desde este lado.
Las referencias al miedo me permitieron entender de quién estaba hablando. De qué. Ese es el término adecuado para los recuerdos que llenan los armarios de Barba Azul, κατάλογος. Todo vuelve al punto de conflicto, amigo –le dije al viejo-, Τα Πάντα ῥεῖ.


-Cállese marica –le oí decir con una voz muy cortés mientras me mostraba unos libros de grabados de Gustav Doré que había comprado.

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