domingo, septiembre 02, 2012

Domingo


Ocho de la mañana, la hora del pulpo. El viejo se desperta y me dice "vamos, nos vamos pues güevón". Yo le digo que me duele el estómago. "Sí, gastritis" le digo con la mirada. El viejo deja caer el desayuno estruendosamente, todo se desparrama por el suelo y este sobresalto me sume en el más feroz de los sueños. A las 10 me despierto y salgo corriendo con el vejete hasta Stalingrad.

-Nada de museos hoy, luego le explico...

El viejo se peinaba las cejas y hacía pucheros, mientras caminaba a toda velocidad.

En el metro le explico que vamos a ver una celebración de la India, una especie de procesión a Ganesha, el dios elefante.

-¿Elefante? ¿Qué es eso?

Bajamos y "no sabía a dónde iba". No vamos para Plaza Constitución, eso sí es cierto. Decidí quedarme parado y mirar. Mirar hasta que pasara algún indio con su atuendo. Que bonitas son las mujeres indias con sus atuendos típicos, el contraste de su piel con el rojo, las joyas o el azul...

-Vea, una india...

La seguimos y llegamos hasta una calle muy ancha donde la algarabía (3. f. coloq. Gritería confusa de varias personas que hablan a un tiempo. 4. f. coloq. p. us. Manera de hablar  tropelladamente y pronunciando mal las palabras.5. f. p. us. Enredo, maraña.) nos ubicaba en el tiempo y el espacio. El viejo y yo cruzamos una mirada de complicidad; una ceja levantada.

Saco la cámara fotográfica y tomo una foto de todo aquello que el viejo señalaba. Las mujeres, los cocos, cocos reventados contra el suelo, gente reventando cocos contra el suelo, los altares móviles, los inmóviles, la foulle, los atuendos, niños maquillados. Seguimos entonces la procesión hasta que el viejo me hice una seña.

-¿Chichí? -Le pregunto asustado, mientras tomándolo del hombro.
-No, Delacroix.

En pocos instantes vamos a parar al Musée Eugène Delacroix, en Saint Germain. Allí cerca de una puerta que decía "privé" el viejo escucha una historia que le heló la sangre.

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