Hobbies:
comparar cosas disimiles, deformarlas hasta hacerlas ver como dos gotas de agua.
Recuerda una tarde de sábado, cuando –siendo todavía un niño- vio un programa
de rock que pasaban en un canal nacional. Sus papás le prohibieron ver esas
cosas; así que tímidamente, como quien no quiere la cosa, vio un especial sobre
Depeche Mode. El éxito del grupo era
puesto en evidencia, así como también la adicción a las drogas de su vocalista.
Lo que más le
impresionó de esa tormenta de música y rayos catódicos, fue la condición del pobre
tipo. “Don’t say you want me”. Un día luego de un concierto con lleno total, el
tipo intentó suicidarse con una sonrisa falsa tatuada en la cara. Ícaro lo perseguía,
aferraba su alma con fuerza y al poseerlo le transmitía ese horror por el Sol
radiante en el cielo; este no era un buen augurio o un motivo de felicidad, sino
el motivo de su caída.
Ese episodio
marcó su vida.
Ya mayor, salió
de su casa. Y esa noche, sintió la mano de Ícaro, pesada sobre su hombro. Vamos
–le dijo y él atendió el llamado-.
Voló según
los cánones. La voz de Dédalo era aún audible y las corrientes de aire, los
perfumes, el sudor, los escotes y los lápices labiales no eran un obstáculo
para una frase que iría desapareciendo. No tan alto, no tan bajo. Canciones ya
conocidas sonaban y hacían moverse los cuerpos. El ritual y la salsa a todo
volumen eran el preludio de un abrazo, un beso o un simple hola.
La vio. Tomó
un poco de cerveza y le dijeron: “esa es mi amiga”. Cuál esa sí allá esa.
Siempre tenía esa tonta manía de deprimirse al ver el Sol brillar. Aquí el Sol
bailaba. ¿Rosada? Puta, qué nombre tan raro –le dijo ante una mirada donde los
ojos no eran lo más importante -. ¿Trabajas? –volvió a decir-. ¿Estudias? –y la
respuesta fue danza-. No supo que decir, la cera que unía las plumas de a sus
alas se derritió y calló al mar, cayó.
Su cadáver fue hallado lavándose los dientes frente un espejo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario