Un cuento: Una vez estaba comiendo chocolatina jet con Pulchera en el parque que queda frente a la mezquita de Paris. Hablábamos y comíamos chocolate. Sacar las láminas de los cadáveres de papel de la chocolatina es algo que me gusta tanto, o más, que lo arriba descrito.
Por esa época había inventado un juego: sacar una lámina y pensar que ese era mi estado de ánimo. Así, luego de comer, miraba la imagen y la dificultad de pensar si estaba bien o mal sentirme hiena o caracol, era motivo de risas. Un sustantivo concreto transformado en un sustantivo abstracto. Un día estaba leopardo y al siguiente estaba esmeralda. Juegos mentales, nadie los comprende, ni yo niños, ni yo.
No pude contener la risa y cuando Pulchera me preguntó por qué me reía –lo hizo con los ojos y con los hombros-, yo le expliqué el juego.
–Por ejemplo, caballera –le dije-, por ejemplo, hoy tú eres pez luna.
Ella sonreía ante la mirada altiva de la mezquita, los niños y las piedras del parque. Furtivamente, yo dejaba que mis ojos se clavaran en el almenar. Pensaba en el salón de té, pensaba en que un día fui hiena cuando no estaban las cosas como para reírse. Hoy soy rizoma, cosas para pisar vidrios.
–Y a ti qué te salió, caballero –me preguntó Pulchera mientras guardaba algo en su morral-.
No había lámina en el paquete de chocolatina jet.
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