Cuando sus ojos están llegando a mi garganta, trago un poco de saliva.
Reímos.
Luego, cuando sus ojos llegan hasta los míos, dormimos hasta que me olvido que existo.
En ese momento el día comienza de nuevo y las manecillas del reloj repiten el baile de la invocación de mi querido monstruo.
Una vez más la misma historia.
Día tras día.
2 comentarios:
Bueno, ya somos dos los que tenemos la misma compañía y por fortuna la disfrutamos. Es esa soledad fecunda la que nos enriquece mientras se aproxima la cercanía. Sabes bien que te quiero.
La soledad.
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