martes, febrero 17, 2009

El aceite de los días

Inspirado en la novela gráfica #FF00F0
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Primera situación. ¿Qué es eso? Y el dedo señaló al dedo. Un espejo. Esa es la respuesta. Todos callaron por un rato y así supieron que no estaban solos. Dos personas sentadas frente a otras dos. El silencio era muy fuerte. Pensamientos; ese sentimiento de estar cambiando, de ser una fruta que cae del árbol y que luego se transforma en un manojo de gusanos.
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El dedo señalaba al dedo. Sus ojos se cruzaban y el corazón les latía muy rápido: sabían que si seguían allí sentados, que si perseveraban, pronto sabrían quién era virtual y quién real.
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Segunda situación o el incidente de los lápices de colores. Un paquete le había llegado desde el otro lado del mar. El estaba muy contento pero los gigantes que cuidaban la puerta por donde tenía pasar estaban siempre hambrientos. Los conocía desde antes; recordaba la historia y los labios de su madre que traían las imágenes que tanto le aterraron y le divirtieron; era una tarde soleada en Salamina, de marzo o de abril, los cojines de la sala eran rojos y el techo de la casa todavía era antiguo y profundo, lleno de ojos. El sueño llegó y las ramas tocaron su cara cuando escondido pensaba en los gigantes.
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Sabía que uno de ellos le amarraría los intestinos a una rama y los sacaría lentamente. El otro le cortaría las piernas y el último –el más bondadoso de todos- le haría tragar un trapo húmedo para luego sacarlo violentamente. Los conocía bien aunque no recordaba sus nombres.
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Pensó en utilizar su honda, como lo hizo David alguna vez. Pero la Biblia no habla de distancias y de la talla exacta de Goliat. Entonces decidió morir pero no sin antes darles fastidiar a sus verdugos. Hurgó en sus bolsillos y llevó a cabo su plan. Estaba listo.
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Avanzó hacia los gigantes, que solamente le preguntaron la hora y le hicieron llenar el formulario. Luego lo tomaron y lo masacraron como mejor pudieron. Un hilo de voz salió de su boca: no se pueden comer mi alma. Los gigantes miraron aterrados los lápices de colores que salían de sus ojos y su ombligo.

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