domingo, noviembre 02, 2008

Pop Star

…heureux animal qui n’a d’autre fonction que d’être noir sur un tapis de vert gazon.
Théophile Gautier, La Pipe d’Opium


La entrada al Louvre para menores de 26 años es gratuita los viernes después de las 18h . Yo estaba allí para entrar gracias a mi edad, gracias a mi inmadurez, sin duda. Esa información la había recibido de Olga Lucía (más conocida como Luci) en Libélula antes de llegar a París.
Era la segunda vez que entraba. La primera fue una experiencia amarga, ensordecedora; entré, por Denon y vi la sección dedicada a escultura francesa de la Edad Media. Entré bajo mi propio riesgo: tenía dolor de espalda, un maletín lleno de latas de conserva, una bolsa de pan tajado que no sabía cómo cargar y tristeza, sobre todo tristeza, y no precisamente dentro del maletín o los bolsillos del pantalón. Me pesaba.
La primera vez pasé horas tomando fotos, pensando en lo maravilloso que era el arte, pero la tristeza que sentía era mucha y hacía interferencia con mis sentidos. Todo me producía asco. Una escultura no era más que minerales acumulados, gigantes y seres humanos petrificados por todas partes; sin embargo, algunas tumbas de nobles francos me conmovieron. Pude sentarme y ver como todo es basura –hasta el arte, hasta el famoso Louvre- cuando se está lejos seres queridos (aucun référence a Waugh!), a mi familia, amigos y gatomicos.
Con la moral alta fui una segunda vez. Estaba decidido a hacer lo que hacen todos cuando ponen los pies en el Louvre: conocer a la Gioconda. Cuando era un niño, en la casa de mi abuela en Salamina, la vi por primera vez; abrí una enciclopedia y ahí estaba, con su sonrisa infernal. El terror que sentí al verla no tiene nombre aún. Con los años, y con el entrenamiento que me brindaban las películas de terror, fui entendiendo que lo que sentía no era terror, sino incomodidad ante su sonrisa. Luego salió la canción de J Balvin y el misterio acabó.
Vi la Giconda de lado (no digamos que de perfil), estaba frente a mí pero de por medio había una barrera de fans. Gente enloquecida tomado fotos, disparando sus cámaras y haciendo chillara sus flashes; en ese momento me di cuenta que el flash no es luz sino una voz aguda y muy clara. Sonrisas y colores opacos, gente y más gente.
Fue una mierda conocer a la Gioconda. De todas formas era un cuadro pequeño. Ahora pienso mejor y el original no me gusta, quiero la copia, la que me producía miedo cuando era niño. Mandé un mail desesperado a mi mamá para que le pidiera a mi abuela la enciclopedia. Al día siguiente supe que la había regalado. Una tragedia.

3 comentarios:

pin2 dijo...

siempre a tiempo el comentario. De alguna manera hay que decir que (de mi) está más cerca estando allá con posts como éste. Digamos que es una forma de saber cómo me sentiría yo si estuviera en Paris, y eso no tiene distancia. (Y hasta aquí la cursilería porque me censuran.)

un abrazo.

Carlos Augusto Jaramillo dijo...

Si le gustan las copias de ese cuadro, échele una miradita a "Valfierno" de Martín Caparrós. Abrazo.

Gatohombre en Paris dijo...

A Pin2: hombre Daniel, seguro sí. Tiene razón, pero si puede venir a confirmarlo es bienvenido, yo consigo un colchón.
A Carlos A. y Pablor R.: oigan, eso se ve como bueno, como... lucrativo además.