miércoles, julio 16, 2008

Ice-cream

Tres años después de publicar sus obras de filosofía sobre culinaria colombiana de paquetico, Esther Ramírez muere sin pena ni gloria. Gracias a la emisora Remington-Antonio me percato del suceso. Triste, indeed. La señora Esther Ramírez era poeta y chef, una combinación al parecer mortal si se tiene en cuanta la edad y el lugar donde la muerte la violó. No hace falta que lo diga pues todos saben que las respuestas son: 24 y en la cocina. De todas formas los datos de la Remington no eran específicos, palabrería al aire.
Lo expuesto por dicha emisora cultural resultó ser para mí como el nacimiento de las pirámides o los cráneos de conejo que estoy pintando de rojo y azul en el garaje. Dicha. Esther Ramírez nació en un hospital de Villamaría. Su madre y su padre eran seres ricos, en dinero y cultura, ricos de verdad, gente snob. Esto último fue lo que caracterizó la vida de Esther.
A la tierna edad de 8 años ya recitaba sus primeros versos en fiestas familiares y en la inauguración del torneo de microfútbol de alguna empresa. No tardaría en aparecer en Telecafé; sobre esto hay que apuntar que la mala señal del canal no permite –hasta hoy- saber si realmente es ella quien aparece en las cintas de video. Datos perdidos y subjetividad paternal, nada qué hacer.
De su paso fugaz por la vida solamente queda su diploma de bachiller en el colegio Santa Inés, las medias de poliéster que sobrevivieron al incendio que la eclipsó, sus romances con las monjas de la institución de la que es egresada y su obra literaria. Esta última está compuesta por varios cuadernos de recetas, que sin conocerlos –pero confiando en las palabras de los locutores de la Remington- "importan un culo". Sin embargo y sin temor a equivocarme, creo que sus deux master pieces sont: Culinaria Colombiana de Paquetico y los Versos Satánicos.
Referirme a su primera obra es ahora difícil dado que la edición a la que tuve acceso –y que leí con dificultad, pues fue editada por una pésima editorial de la ciudad- no se deja leer; está llena de notas del editor y el pecado de haberla robado de la Red de Bibliotecas no me deja mirarla cómodamente y sin sentir una herida ardiendo entre mis dedos. Además, la torpeza de haber traducido la obra al alemán sin cuidar del fuego los originales hace que la "repatriación" de cada una de las palabras, y sus frases, sea una tortura.
Culinaria Colombiana de Paquetico es una profunda investigación, siguiendo los cánones de la época, completa y despampanante. Sus 501 páginas están saturadas de sabiduría. Describe con minuciosidad los sabores, los empaques y los celebérrimos muñequitos de salían en los paqueticos de chitos, caprichitos y boliquesos. Incluso en el capítulo 200 se elabora una complicada teoría en la que se vincula la estrepitosa salida del mercado de los caprichitos, con los sucesos del Palacio de Justicia y la avalancha que sepultó Armero. ¡Digno del Nobel!
La estética de la carátula de Culinaria Colombiana de Paquetico fue desaprobada por la sociedad manizaleña debido a sus fuertes escenas de pornografía infantil. Cuentan los locutores de la Remington-Antonio que el escándalo fue aplacado con una multa que pagaron los papás de Esther Ramírez; a posteriori ese dinero le serviría a la curia para reparaciones de la catedral y organizar la fantasmal huida del padre Carlos Muñoz. En fin: la portada fue cambiada por una lámina blanca con un leopardo durmiendo.
El padre de Esther, el señor Rogelio Ramírez, no hace más que proferir vituperios contra la academia sueca cada vez que se le menciona este episodio. Nadie sabe el porqué.
Por su parte, los Versos Satánicos son una obra madura. Son, sí, son. Está compuesta por una serie de exquisitos carnets. Cada uno cuanta con 23 páginas y solamente se consigue en edición de lujo. Fue editado por Villegas Editores, pero ellos niegan este hecho poniendo en el libro como fecha de la primera edición el año de 1978, en la segunda edición 1977, en la tercera edición 1976, y así sucesivamente.
Aquí el problema es que ellos, Villegas Editores, a pesar de haber sido bombardeados por los corresponsales de la Remington-Antonio con miles de cartas y llamadas, nunca respondieron. Lo horrendo del caso: Villegas Editores todavía usufructúa la obra de la difunta Esther Ramírez a pesar de negar su participación en los millonarios tirajes.
La obra Los Versos Satánicos no tiene que ver nada con Salman Rushdie. En contravía con lo anterior, cada uno de los prólogos (unos de 150 páginas y otros de 94) plantea numerosas hipótesis que acusan de plagio a Rushdie, desconociendo las leyes mínimas de la física.
La segunda obra maestra de Esther Ramírez es comparada por los duchos en la materia -según palabras textuales de la Remington- con el Cantar de los Cantares, Cien Años de Soledad o Calila y Dimna. Otros dicen –los más agudos y críticos (críptólogos pereiranos, mal parece)- la acusan de copiar le Contrat Social de Rousseau.
Los Versos Satánicos relata la transformación del mono en hombre y la vida de Marx, para posteriormente comparar estos dos temas con los bordados de los pañuelos de María Antonieta y el reflejo que de estos dio –por última y primera vez- la guillotina que le quitaría la vida. Pero, desde el carnet número 25 la obra se transforma en un juego de palabras que entreteje la vida de una comunidad hippie que viaja a la guerra de Vietnam para unirse a las tropas que luchan contra los americanos. El final –algo dramático, algo cursi- cuenta cómo los hippies son torturados hasta la muerte por los vietnamitas. Según los locutores de la Remington-Antonio, Sofia Coppola copia la totalidad de la obra para dirigir una de sus películas; y lo hace de una menara tan sutil, que Esther Ramírez nunca recibe aplauso o escupitajo alguno por el film.
Finalmente, en la actualidad, el poema Ice-cream está siendo descifrado del código genético del perro de Esther Ramírez, pues según indica su testamento: debe hacerse todo lo posible por publicar Ice-cream. Ojalá, rematan los locutores de la Remington, que esta no sea un jugarreta post mortem para hacer que el perro pase a otra vida con su dueña.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajaja, me recuerda algo que leí y que creo era de borges y del amigo (casales?) y que tenía un tono muy parecido al suyo. jajaja, ahora si que chillen todas las viejas tristes, porque usted señor, acaba de escribir un magnífico relato.

Gatohombre en Paris dijo...

Saludos. Aquello que me inspira (o si quiere decirle 'que copio' jeje) es el librito llamado Crónicas de Bustos Domecq -algo así-, que escribió Borges junto a Bioy Casares.
Entiendo que algo por el estilo hace el señor Thomas Carlyle en su Sartor Resartus.
Igualmente pasa con Roberto Bolaño en La Literatura Nazi en América.
Esos sí son libros graciosos, les da una miradita y me cuenta.

Misael Peralta dijo...

I like it, like it, like it, like that... Que sería de la vida sin literatura... ¿sería seria?

Ciudadano y ciudadana dijo...

Que bueno encontrar textos así, me ha despertado del letargo en el que andaba desde hace algunos dias... sin embargo usted en que anda? le perdí la pista... leyendo a borges y bioy? veo que me he quedado mucho tiempo en la teoría política... que tristeza.