domingo, mayo 04, 2008

Semana santa 2, mayo de 2008

Mi computador tiene un virus que no se borra y tengo miedo. Pero no sólo por eso tengo miedo, lo tengo porque soy una gallina, sin plumas y sin esa cosa roja que no sé cómo se llama. Estos días que he vivido recientemente han estado ca(r)gados emocionalmente. Digamos que me pesan, que me duelen y me incomoda recordarlos. Ya no es posible envidiar a ese tipo que robaba el corazón a sus enemigos para vivir un poco más y absorber sus experiencias. Lo conocí mientras caminaba por la calle una vez. Lo miré y sus ojos eran blancos, mas no vacíos. Simplemente blancos.
Tenía un enorme sombrero. Su voz sonaba metálica o ahogada o simplemente no sonaba, pero era su voz. Tomamos un par de tazas de café. Pude conocerlo a la perfección. Sentí lástima por él, porque no muy en el fondo era igual a mí: era un idiota, una regüevota. Tomaba café, lo miraba fijamente mientras lo hacía. ¿Buscaba respuestas? Ni idea; sus ojos no reflejaban duda alguna. En eso sí era diferente a mí. Recordé el miércoles. Cuando desperté me dije: será un gran día: seré feliz hoy, aunque sólo sea por hoy. Pues bien, antes de dormirme pensé –en retrospectiva- y el balance había sido negativo, qué día de mierda, qué día de mierda. Eso me dije. Como era de esperarse soñé con zombies y desperté con ganas de vomitar, con ganas de desaparecer, desperté con miedo.
Los zombies son una obsesión, son la "encarnación" de mis miedos. Amo las películas de terror. Tal vez porque quiero dominar aquello que temo. Es un ejercicio parecido a detener tanques de guerra con la mirada. Sí, lo más parecido. Vendrían días peores.
Quería seguir yendo a cine y así lo hice. El jueves todo estuvo bien. Una cerveza y una conversación interesante, con una persona interesante. El viernes quería lo mismo pero con otra persona en otro sentido interesante. No fue posible. En la mañana: un reflejo, casi la inexistencia del momento. Un par de dulces y una niña de cinco años. Hola Juanis. Hola. Y otras palabras vacías, como muchas cosas en las que caigo últimamente, cosas que son trampas, juguetes de colores que explotan al contacto con la piel. Salí de la librería rumbo a mi casa. En mi casa el almuerzo. En mi casa nadie con quien hablar. De vuelta al trabajo, de-vuelta la comida a mi boca: perro mexicano en compañía. Sus ojos estaban maquillados. Lluvia de fondo. Me lavé las manos con jabón y salimos. Lluvia flores un taxi. Chao y me quedo con la sombrilla. Me mojé los zapatos. Me mojé el pantalón, las botas del pantalón.
Una conversación, un viaje en buseta y un teatro, unas escaleras que subir, alguien medianamente desconocido en la puerta de las escaleras. Sillas cómodas me esperabas pero la boleta se había perdido. Carita de cordero para entrar, para entrar $5.500. Ya. Las sillas eran rojas. La película era en blanco y negro. Luego un café. Luego la catástrofe: otra película, menos $5.500 y mi parecido con Teseo. Siempre he despreciado a Teseo, dejó morir a su padre porque se le olvidaron ciertas cosas. Pues yo, Teseo Calderón Valencia, también olvido, a mí también me atormenta el último suspiro de la bestia, sus cuernos y su parecido con mis ojos que no ven ya. Un lienzo negro en el mástil y lágrimas negras: maquillaje que se riega por culpa mía.

1 comentario:

Chiwachi dijo...

El mas descriptivo de todos, 100% chiwachi, tan, que casi puedo verlo. Ya se habra imaginado le rire aux eclats (eclats con tilde en la e que no me sale del teclado)que me produjo la cuarta linea del 2do parrafo. Todavia me estoy riendo.