Pasó en Paraguay

Caracortada le decían. Caracortada sí que la tenía; por la mitad, una raya que comprometía la nariz y la frente. Era un personaje salido de alguna novelita negra. No muy vendida al parecer. No asustaba a nadie, no hacía daños ni fumaba encima de las personas. Era el hombre perfecto. Sus amigos afirmaban que se habrían casado con él de no mediar el inconveniente de ser hombre y que eran sus amigos; sabían que roncaba y que era adicto al juego.
Y sí, no asustaba a nadie hasta el día en que apareció descuartizado en el baño de la casa de su abuela. La vieja desapareció. La capturó la policía en Paraguay, en un hipódromo mientras comía galletas. “Yo no lo maté, era mi nieto... ¿Me puedo ir?”. Quienes la iban a esposar se conmovieron un poco, se miraron y casi la dejan escapar. A uno de los policías le pareció que algo andaba mal, entonces la golpeó con todas sus fuerzas en la cara y le sacó la billetera del bolso. Le había partido la nariz. Allí –tras la sorpresa de todos- lograron encontrar un pequeño álbum fotográfico donde estaba paso a paso… foto a foto, la forma en que descuartizó a su nieto, al buen tipo de Caracortada. Dicen que vendía las fotos para vivir, si es que a eso se le puede llamar vida: sólo comía arroz y jugo de naranja con mate. Tenía un vestido de flores, sin ropa interior debajo.