viernes, enero 11, 2008

La tarde y el cine

La soledad se vive mejor en el cine, pues no se percibe. Las horas pasan y la gente se hace opaca, no hay voces, no hay miradas. Por lo menos no "existen" ojos que las proporcionen. La sangre corre lento. Mis únicos compañeros esta tarde: mi incomodidad, mi paciencia, mi horror (pues estaba viendo Audición) y mi librito de Doris Lessing, que esperaba.
Ayer me hicieron una pregunta incómoda, caminando. Era algo así como: "...y ese man no fue muy amigo suyo en el colegio?". No medité y respondí de inmediato: yo no supe hacer amigos. Sí. Luego de la pregunta se hizo un silencio -para mi muy incómodo-, como si la calle y sus palpitaciones me dieran la razón. Una risa. Un metalero con acento paisa. Hacía frío y trataba de envolver la capucha de mi chaqueta en mi cuello, simulando una bufanda.
Esta tarde en el cine había mucho silencio, luego muchas voces. Todo lleno de ruido, lleno de público afuera de la sala Olimpia. La soledad rondaba, ahora me invita a escribir unas palabras. Yo le doy gusto.

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