martes, enero 08, 2008

Identidad desconocida y cine gratis

Avant lo que sea que vaya a escribir: Pido perdón a todas las personas que invité a una cosa (actividad, programa) que estaban organizando en Ferias el día de hoy a las 2 de la tarde; pero pido especiales disculpas a Tomás (según pfa, tdrc) por invitarlo con vehemencia. Es decir: yo perdí la ida, qué más da -por eso es que estoy en este mundo: pordemalas-, pero si lo siento mucho por Tomás, porque estaba enfermo. Sorry my friend... en serio: sorry por hacerlo ir.

Hoy, antes de salir a lo que sería una tarde desastrosa, encontré que en msn me hablaba una tal Mafe García. Ni idea quién sea esa dama. La cosa es que me abordó preguntándome quién era yo. Naturalmente le respondí que era Felipe. A secas. Felipe. También naturalmente, la invité al programa de cine, a lo cual -por fortuna para la Mafe García de las 2 y pedazo de la tarde- ella dijo que no. Sabia mujer, pues no cree en las Ferias y sus ofertas de cultura.
Pues llegué a la puerta del teatro Fundadores, a la puerta lateral, y me dijeron una niñas, y un niño, que "acá no hay nada de cine. Mejor pregunte en cultura y tursimo". Pues bien: fui hasta cultura y turismo, a la secretaría. En ese lugar, una de esas "policías" que fuman, hablan, ignoran y toman tinto, me dijo que "acá no. Pregunte en el Instituto, que queda...". Fui hasta el instituto, no sin antes llamar a Pedro Nicolás a preguntarle que esa maricada dónde era pues! Él me dijo que en la sala Olimpia del Teatro Fundadores. Tuve que llamarlo desde un carrito de dulces, ya que mi celular murió, del todo.
Pasé por las oficinas del Instituto de Cultura y Turismo, y allí nadie dijo nada. Como en la canción de Juanito Alimaña. En esa "entidad" nadie sabe nada, incluso ignoran la existencia de las personas que van a preguntar cosas; yo les preguntaba, les hablaba, y me sentía como si no existieran; tengo la impresión de estar en otro plano de la realidad cada vez que voy a alguna parte donde lo público está en juego, donde lo público da de comer a esos seres que atienden, a esas masas. Es más: !malparidos! (Con rabia).
En fin: volví al Fundadores a inspeccionar la tal sala Olimpia. Allí estaba Pablo R. Arango, pero ni rastros de cine. Saludé a Pablo R. Arango y me fui.
Tenía mucho calor; había caminado mucho con un saco puesto. Salí de la sala Olimpia con rumbo hacia el Instituto de Cultura y Turismo. Allí revisé cada piso (tiene tres, tres visibles) y nadie supo decirme nada sobre el tal programa de cine. Ni pistas. Ni rastro. Finalmente acudí a la recepcionista, preguntándole por un programa de cine que tenían previsto para desarrollarse en la sala Olimpia del... La mujer me respondió -palabras más palabras menos- lo siguiente: "Usted está equivocado, en lo que Usted piensa es una cosa de tango; Gardel Sinfónico. Hay funciones a las... y a las tres de la tarde. La entrada es gratuita, pero solamente le puedo ofrecer boletas para las tres. La boleta es doble, ¿Cuántas quiere?". Pedí dos. Luego luego, me di cuenta de que me habían engañado. Yo sí estaba pensando en cine. Sobre todo esto, Daniel me explicaría más tarde que la recepcionista era una jedi, y que era normal que eso pasara. Lo había visto en una película.
Y llovía. En el Parque Fundadores -en el parque parque- tenían una muestra de literatura caldense. Un montón de libros en unos bolsillos ahí. Los miré mientras llovía. Encontré un libro escrito por el Dr. Enrique Quintero Valencia. La Palabra Desfigurada. Un clásico. El chisme y la legendariedad del libro radican en el hecho de haber sido quemado en Plaza de Bolívar por la Iglesia y la sociedad manizaleña. Cuando tomé el libro entre mis manos uno de los chinos que cuidaba los bolsillos llenos de libros, me dijo: "caballero, si gusta puede sentarse y leer; para eso están los libros; bien pueda". Pues el joven se debió de haber arrepentido porque le tocó cuidarme más o menos una hora y media, debido a que la lluvia no daba tregua y porque estamos en Colombia, y aquí se roban hasta los libros. Naturalmente no me robé el libro, pero mientras pasaba de páginas, miraba furtivamente al joven centinela, y veía su cara de preocupación. Eso le pasa por bocón, eso le pasa por hacer bien su trabajo. Bendición, padre.
Terminé de leer y terminó de llover. Fui a coger buseta, y como era de esperarse me monté en ella (en la buseta) rumbo al Cable; quería ver a los dos gatomicos. El transporte urbano es lento, monótono, monofónico, pero eso -aunque a muchos les cueste creerlo- es una especie de mantra, el medio adecuado para hacer nacer las más sublimes reflexiones sobre la vida. Sentado allí, en el primer asiento, detrás del conductor, pensé en la conversación con esa tal Mafe García. Ella me preguntó quién era, y yo le di mi nombre. Respondí mal a su pregunta. ¿Hay identidad entre el nombre y su portador? La respuesta es: no sé. Según Daniel, la respuesta está en un librillo llamada Mil Mesetas. No importa... la cosa es que cuando a uno le preguntan quién es, qué se debe hacer. ¿Quién soy? Ni idea, eso me preocupa. ¿La respuesta llega con la muerte? Será que vida y obra es lo que cuenta, o tal vez la profesión, o el color del alma, el apetito o el gusto por apostar fortunas y malgastar la vida buscando algo irreal, una ventana de escape, un puesto, dinero, fama, una guitarra y una canción que vuelquen el mundo patas arriba. Hmm, la verdad es que las busetas son nocivas para la salud mental de una persona como yo.
Siguiendo en la buseta, un poco abstraído de mis abstracciones, vi a Daniel. Estaba frente a Dro Video. Me bajé frente a Leo Libros y caminé hasta donde estaba él. Saludos. Caminamos hasta Confamiliares (¿así se escribe?) de la 50, porque una fuente fidedigna decía que allí estaban dando el programa ese de cine. Llegamos. Nada; cadenas en las puertas del auditorio de Confamiliares, tal vez el presagio de ser esclavos –hasta el fin del día- de nuestra pasión por el cine gratis.
Seguimos nuestro camino hasta el Colombo, pues tal vez podría estarse proyectado alguna película gratis. Sobre el camino, y ya con los zapatos mojados comenzó a llover en serio, a llover al estilo Manizales, esto es: horizontalmente. Nos refugiamos en una tienda. No vendían cerveza mientras no fuera para llevar. Ridículo. Pero igual, la vida sigue. Cuando escampó un poco, seguimos caminando, hasta el barrio la Estrella. Ni en el Colombo ni en la Alianza Francesa estaban presentando cine gratis, de hecho las puertas de esos dos lugares tenían telarañas. Era de esperarse: una tarde negra, así como negro sería el café que me tomaría en Juan Valdez mientras nos resguardábamos de la lluvia.
Me encontré con la Polish. Dato curioso es que todos los extranjeros, o por lo menos los germanistas, europeístas y descendientes de europeos anden juntos en Manizales. Se ríen; además. Lo que hace la lluvia y una administración uribista.
Luego me fui a ver a los gatomicos. Estaban divinos. Comí arepa y galletas con mantequilla y queso crema. No creí más en los planes, no creí más en salir, no creí en que me llamaran para salir. Mi abuela ocupa mi cama, y el suelo frio de mi nueva casa me espera.

PD: si amanezco -sobra decir: si amanezco vivo- espero ir a un concierto de organeta en la Catedral, espero escuchar algo de Bach.
PD2: la vida si es una cosa muy güeva. Entrar y salir de la casa, respirar y pensar, caminar, para luego llegar y escribir todo así, de golpe, con el único afán de limpiar un poco el alma. Como diría una espalda casi breve: "Lo que hace Usted por escribir". Esa me dolió, en serio que me dolió, aunque ahora me de risa. Me gusta que me desautoricen cuando escribo, pues es muy cierto que no tengo el derecho de hacerlo. O cómo diría Lilia: "Usted qué se creyó pues!".

3 comentarios:

Tomás David Rubio dijo...

My sickness won`t let me go. My new friend. (parezco en facebook -si: ya se qué es facebook:un blog es como lo mismo-). Merci, gracias.

mvbs

pin2 dijo...

que foto tan vieja! muy buen relato para una tarde en la que, en realidad, no pasó nada. nos vemos en la catedral.

Libélula libros dijo...

¿Si leyo?: "una tarde en la que, en realidad, no pasó nada ..."