lunes, enero 28, 2008

El día y lo que se siente dentro, dentro del día

Money, la canción de Pink Floyd, suena en mi mente cada vez que pienso en oficinas, en trabajo, trabajo clásico. Esas monedas y esas palancas, cajas registradoras abriendo y cerrando sus fauces. A veces pienso -sin hablar con nadie- sobre la labor que ahora desempeño. ¿Por qué lo escogí? Pues la razón la tengo clara: porque quería saber qué se siente ser un burócrata, una persona con un trabajo más o menos mecánico. Nunca pensé en que éso me garantizaría no pensar. Más bien me imaginé que me garantizaría una rutina, un hábito que me ayudara a concentrar mis pensamientos en un sólo lugar físico, no en un solo punto.
La oficina es un lugar sin mucha vida. Hacen falta plantas. Hay un ventilador y hay estrechez. Hoy a las 6:22 pm que salí, caminé muy rápido -lo más rápido que pude- hasta llegar al paradero. Tomé una buseta y las música me hacía pensar muchas cosas. Muchas. Oía una salsa romántica, seguida de un merengue romántico, seguido de una salsa romántica... Miraba por la ventana y miraba los ojos de la gente. Estaban vacíos. Las miradas se esfumaban en su intento por existir. Niebla, luego el presagio del Sol.
A veces, cuando escucho ese tipo de música -que me gusta, por cierto- pienso en el amor, el amor en abstracto. Recreo esa sensación de estremecimiento, una especie de alegría inclasificable, un insecto venenoso que nos observa desde donde no lo vemos. Una sonrisa en los riñones, eso es el amor. En el transporte público la música suena de una forma especial; 7:00; Ítaca cerca.
Me bajo y sigo pensando en el amor, el amor en abstracto. El pensamiento sigue activo, dando la pelea, pero el comino sigue bajo mis pies. El semáforo pasa a rojo. El semáforo pasa a verde. En los campamentos mongoles, los vigías tenían experiencias de todo tipo: angustia, tedio, alegría cuando veían regresar a los halcones, alegría por el chillido de los halcones, puestas de sol irrepetibles, visones de enemigos que se acercan, miedo. Una sonrisa en los riñones, eso es el amor. El camino sigue bajo mis pies.
El camino se agota con cada paso, pero al unísono el camino palpita indicando su regreso; renace. La mente fija en qué es el amor y en la puesta de Sol que nunca vi porque estaba dentro de la oficina. Pensar mucho, finalmente, es inevitable; dejar que la mente vuele y que un solo punto no sea su tumba, es una salida apenas lógica. Una persona como yo debe hacer más esfuerzo para poder imitar el sonido de la caja registradora, para sincronizar sus latidos con las palancas y las monedas cayendo y ascendiendo. Mañana llegaré muy cansado a casa. Si contara lo que siento en este momento me quemarían vivo, a mi y a mi ropa nueva.

4 comentarios:

Lilia Valencia Valencia dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Lilia Valencia Valencia dijo...

Eso es la vida: un continuo ir y venir de rostros fatigados, de zapatos de todos los tamaños y texturas, de sonidos y luces intermitentes que ponen a prueba nuestra capacidad pensante, a pesar de la costumbre. Bien por descubrir en lo cotidiano la esencia de esa rueda loca que ya empieza a tenerte prisionero. Itaca te espera. Je t'aime.

Libélula libros dijo...

Ya ve Don Felipe no va mal el asunto. Le decía yo que a veces queremos algo así: un trabajo que nos brinde cierta tranquilidad. Cuando la mente va a mil, el cuerpo y nuestra existencia deben ir lentos, eso establece el equilibrio.

Unknown dijo...

Eso me recuerda a la desgraciada rutina del dia a dia, es bueno saber que existen personas ahi afuera que se dan cuenta como yo, de lo encadenados que estamos a las mismas tareas, prisioneros de la palanquitas, cuando solo quiero disfrutar de puestas de sol y caminar...

Gracias por compartir :))