jueves, diciembre 06, 2007

Movilidad

Decidí hoy no oír clase, hacerme el sordo. Pensar en mí. Lo que me espera en pocos mese ahora -casi casi- no me asusta. No es un ejercicio muy espartano, pero mantener la cabeza en las nubes es un oficio de monstruos, de gente sin rostro pero con corazón, de lagartijas sin alma, de espigas. La sal de la vida está en las heridas, en las batallas que se pelean dentro de uno mismo. Una confrontación cuerpo a cuerpo, dos espadas, el sol brillando en las hojas, un vencedor y este con su propia cabeza en la mano, alzada al viento. Sangre; lógico. El descubrimiento: una sola mirada de la cabeza de uno mismo puede transformar los sueños en piedra. Plumas que parecen escamas de dragón, una sola llamarada. Un ojo en la oscuridad, la incapacidad de verlo, la seguridad de que él tampoco es capaz de verte, un cíclope de sobras, la maldad encarnada y su sangre cubriéndolo todo mientras el sueño se hace más pesado, más denso. "Quisiera ser cosmonauta... por un espacio de silencio... y tu recuerdo. Cambiar la noche, ¡Ay!, por el día cuando los sueños me persigan".
Las apuestas están hechas y no hay mucho que ganar, y poco que perder: sueños. Esta tarde cuando escuchaba el mar Susurrar a mi oído, descubrí -justo en ese momento- que no era mi oído el dueño de esas voces, de esas aguas y esas rocas. Muerte del Je, muerte del moi. Por un momento, o cómo diría la canción: "...por un espacio de silencio...". Un castillo a lo lejos, un premio inmerecido. Hace poco nos citaron en San Luis para destapar algo denominado El Cofre de los Sueños (la verdad, es que no me acuerdo y esa vaina puede tener otro nombre, su nombre real). Allí, hacía ya 5 años, quienes salimos de ese colegio, tuvimos la oportunidad de enterrar nuestros anhelos en un sobre de manila, bajo varias paladas de tierra. Cuando me avisaron de la actividad -realizada [el destape de los sobres] el sábado pasado-, pensé algo así como: miremos a ver qué. Fui entonces. Cuando me entregaron el sobre lo abrí. Miré dentro. Olía a humedad. Moho. No recordaba qué había escrito mi moi de hace 5 años atrás. Hmm. Pensé encontrar un escrito largo, detallado, algo que me ayudara a saber qué hacer con mi vida; esperaba instrucciones; esperaba pues ayuda del pasado pour savoir faire qué hacer de ahora y en lo sucesivo. Nada. Pura mierda. La carta decía algo así como: Quiero ser un gran escritor... ganar el Nobel... influir con mis obras en las generaciones venideras... vivir en una casa puesta en una montaña junto al mar. Pirobo!! Mi moi de ayer si era muy güevón!! Gracias por dejar la vara tan alta!!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bueno..., pero no me resisto a hacer un comentsario: su moi de ayer era tan güevón que pensaba que era posible una montaña junto al mar...