Las fichas blancas o las negras. Es esa la pregunta. Siempre me ha gustado el caballo, la ficha, la de color blanco. Es única; sus movimientos son erráticos, como el vuelo de las polillas en el pentagrama. Las notas pasan frente ella sin que pueda ser eco, manteniéndose al margen de las melodías tristes, sin tiempos o compases que la guíen: libre.
Las analogías de la vida con el juego son muchas. Ajedrez. Pocas l
as personas que saben jugar ambos. Igman Bergmar -en el séptimo sello- tiene la fórmula, la muerte y el caballero. El sueño y la arena que se vitrifica al caminar. Mirar los pasos que quedan es ver el reflejo, esa imagen virtual, lo que es uno por fuera, el horror de conocerse en cada paso, el mal sabor que deja la sensación de haber pasado por aquí antes. Ser do menor. Eso es cada paso: un eco en una melodía inconclusa. Moverse en cruz, moverse en ele, -por ahora- son pocas cosa. Tener la ficha en la mano, o colgada en el cuello, tragarla y luego que el marfil se desintegre gracias a los ácidos: tarea difícil. Con la ficha corriendo por nuestras venas poco podemos hacer por salvar el juego. Jaque mate. Reconozco que también me gusta el alfil. Blanco y de ojos rojos, con sangre en la boca y carne entre las uñas. Deberían ver la polilla que me encontré en la universidad hace un mes.

5 comentarios:
-Todavía no hay comentarios- Voy a hacer uno, pero quiero que lo responda le parece?
Ok, me parece bien. Haga el comentario y yo lo respondo.
Listo, igual no es tan importante... hay partes de sus escritos, partes donde sus dedos parecen estar en un punto, más que estar, describirlo, de una forma que es tan familiar para mi, es decir, hay partes que soplan para quitarle el polvo del olvido a ideas que ya habían volado dentro de mi... eso era todo.
Oe, nos vamos entendiendo, así sea muy al estilo de la-memoria-que-nunca-tendremos, porque es una memoria que está ahí pero medio muerta, cubierta por la capa de los sentidos y las voces. Gracias por le comentario.;)
En la película de Bergman se confirma lo que ya todos sospechábamos: que si la muerte juega al ajedrez, debe de ser muy fuerte en los finales. Dios no debe jugar, pues todo el mundo sabe que no juega dados, así que mucho menos se le va a medir al ajedrez que es mucho más difícil.
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