domingo, octubre 28, 2007

Memorias (versión 0.2)

Medellín. Ciudad de la eterna primavera. Sí: mucho calor. Llegué hasta ella en bus, con un montón de niños y viejos. La música fue horrenda y variada. Calor.
Cuando bajé del bus me vi obligado a cargar a cuestas las publicaciones de la Universidad. No sé si para mayor gloria de Dios, o si para mayor algia du diable. Llevaba entonces, no sólo mi equipaje (poco), sino una bolsa llena de libros. Libros de los cuales no me quisieron dar a probar cuando salieron del horno pero que posteriormente serían en lastre que amenazaba con hundirnos. Pesaban.
Tomé un taxi –y esto lo recuerdo con horror- que me llevaría a casa de mi tía. Quien lo manejaba era una mujer. Hasta ahí, todo bien. Le di la dirección de la casa de mi tía, le indiqué la ruta y el edificio exacto del barrio exacto donde debía llegar. La mujer confesó haber comenzado su carrera de taxista “ayer”. -“Que pena pues con Ustedes pero, la verdad, yo empecé apenas ayer a manejar tasi. No sé ni direcciones ni nada de eso. ¿Rincón de la Aguacatala? No, yo no sé bien. Muestre a ver...”- Eso fue lo que dijo. No sabía yo que sentir. Pensé que eran las primeras monedas que tributaba a la Malicia Indígena. Pero en últimas, la mujer se ofreció llevarnos donde pudiera tomar otro taxi. Llegamos a la estación del poblado, y luego de que diera yo las gracias mil veces y de oír disculpas, a la mujer se le escapó lo que sería la frase del día: “Será que yo no soy capaz de llevarlos, yo no creo”. No me cobró. Lógico. Nunca sabré que me quiso decir. ¿A qué juegas Destino?
Conocí, al día siguiente, la Universidad EAFIT. Muy bonita. Como estar entre pirámides modernas. Las construcciones con ladrillos pequeños me transportaron. Cada paso, cada visión de los edificios que tienen allí, producía que la envidia corriera por mis venas y las enfriara; desde ahí supe que era sentir envidia de la buena; se siente frio.
El Sol era fuerte y el teatro del evento era oscuro y frio. No era desagradable. Todo lo contrario. Allí oímos muchas conferencias, de corte ejecutivo y promocional. Todas eran sobre la Red Sociojurídica (búsquenla en internet). Al llegar la hora del almuerzo, fuimos liberados. Salimos pues mis compañeros y yo a buscar dónde comer. Decidimos que el Centro Comercial Oviedo era el lugar. Pues bien: salimos de la universidad pasamos la avenida. La avenida era de cuatro carriles: dos de ida y dos de vuelta, por asidecirlo: desde donde yo estaba. En la mitad de los cuatro carriles hay una especie de anden ancho, una especie de check point de Forgger. Allí había un policía al que le preguntamos dónde quedaba Oviedo y si era fácil llegar caminando. El policía no sabía. Mal; pasamos la calle y –en un paradero- había una niñita, una estudiante de EAFIT. Le pregunté dónde quedaba Oviedo y si era fácil llegar caminando. La niña no se inmutó. Pensé que estaba muerta, pero luego comenzó a masticar, a rumiar, un chicle. -Esté viva entonces- me dije. Le pregunté dos veces más y no me respondió. Puse entonces mi mano frente a su cara diciéndole hey-hola! La vieja no dijo nada, hasta que por fin apareció algo en su cara, no sé qué putas era, si una sonrisa o un espasmo o-qué-putas, el caso es que dijo que subiéramos por la clínica nosqué y que "siempre quedaba retiradito". Perdonen lo que voy a escribir pero… MALPARIDA VIEJA HIJUEPUTA!!!
Bueno, el asunto es que tomamos un taxi y así llegamos a Oviedo. Allí encontramos comida, diversión y color, y un baño porque estaba que me orinaba.
Volvimos a EAFIT. Volvieron los expositores, volvieron los profesores y volvieron las palabras. Como nuevos invitados estaban los bostezos. Esa tarde me tocó cuidar el puesto de libros de la Universidad, la mía, y me perdí una conferencia sobre estudios en el extranjero. Sobre esta conferencia un profesor que no asistió diría que su calidad era deplorable. Cosas de la vida, supongo que también hay que decir: gajes del oficio. El profesor hablaba con un cigarro en la boca, como Slash al tocar su guitarra.
Esa tarde -en EAFIT todavía- tuvo lugar una especie d’Acte de Bienvenu. Estaba programado un concierto de cuerdas del grupo… de cuerdas, de esa universidad. Pues bien: hubo un par de equivocaciones del violinista que no perdonaré jamás. Hannibal Lecter in my mind, all the time.
Llegó el vino, y con éste las invitaciones de los profes para que hiciéramos amistad con los otros jóvenes que estaban allí. Es en ese momento que uno se da cuenta que las personas que asisten no están por la experiencia académica. Tomé nota de eso. Allí una barranquillera me dio su teléfono. También tomé nota de eso. Las barranquilleras mientras le hablan a uno, dan golpes y empujones. Tomen nota de eso.
Al día siguiente visitamos la UPB (Universidad Pontificia Bolivariana). Très jolie aussi. Llegué muy temprano. En colectivo, una cosa que se llama la Ruta Turística. Fue rara la experiencia. Desde que subí a la tal Ruta se oía un ruido muy agudo, una especie de aguja, pero de sonido. Sólo en los semáforos el ruido no se escuchaba. La velocidad de la Ruta era impresionante; recuerdo que el tipo que estaba frente a mí (en la banca de delante), dormía. También recuerdo que se despertó cuando su cabeza rebotó contra la ventana y el techo de la Ruta. El conductor usaba los policías acostado como rampas. Tomé nota de eso. En fin: cuando estaba devolviéndome –montado en una KIA Carnival- para Manizales, comprendí que el ruido que vivía en la Ruta era emitido por un aparatico que tienen para avisar al conductor sobre el exceso de velocidad. Pip, pip.
Al día siguiente estuve en la Universidad de Antioquia. Mi papá había estudiado allí y me había contado historias. Siempre me había hablado sobre lo grande que era esa universidad. Llegué en metro. Hay árboles muy grandes; es decir, no en el metro, sino en el campus de la universidad.
En el bloque diez realicé mi ponencia sobre congestión judicial. El número del salón no lo recuerdo. Me fue muy bien, pero a Magda le fue mejor, esa mujer es una genio. Me encanta. Llegamos al día siguiente a Manizales sin mayor sobresalto. El conductor que nos trajo es un cerdo, donde quiera que esté.

2 comentarios:

Tomás David Rubio dijo...

"Llegué en metro. Hay árboles muy grandes; es decir, no en el metro, sino en el campus de la universidad"

frase bernhardiana. creo.

chiqui dijo...

C’est super ton expérience en Medellin. Ton écriture est trop cool !! jjii.
Je suis d’accord avec toi, la universidad de EAFIT genera envidia, envidia de la buena y de la mala.
Me encanta aquella expresión que utilizas «fuimos liberados ».

Elizabeth Machado Maturana “la negrita de libélula libros”