viernes, julio 20, 2007

Sabato

Un faro que se aleja, que se va lejos del barco en el que me encuentro, un barco que se hunde. Lava ardiendo dentro de mí; no es una enfermedad, estoy seguro. Todo igual y todo diferente. El adiós y un recuerdo que queda antes de ir a dormir. Sobrevivir al ataque de una fiera de arena permite aumentar el nivel de las defensas, o -bien- sobrevivir al deseo de hacer loqueunoquiere, de ser inmortal algunos segundos.

Caras y sonidos revueltos en mi cabeza. Sin ayuda de ron. Sin ayuda de capotes de torero. Sin cafeína. Sin sin. Decir hasta luego -sabiendo que ese luego es cualquier medida, cualquier recorrido infinito del reloj- es irreal, estúpido. Correr en la noche hasta casa con la niebla, con los obstáculos y las vías en construcción no es nada. Nada en la medida que lo que era todo ha pasado algunos instantes antes. El canto de los pájaros. La distancia más corta entre dos puntos es pensar el punto, no ir hacia él. No rayas no líneas, no marcas de tinta.

Recuerdos agradables. Una sonrisa que no sale de mis ojos a pesar de que los cierro con fuerza, y a pesar de las invitaciones de otros mundos. Un baño en el que el dinero se gasta para no prestarlo al enemigo (enemigos salidos de Ftv y similares). Dormí bien. En la mañana pasaron las cosas muy rápido, sin dolor, sin desayuno. Marte era un planeta lejano. Hoy que lo miro con la luz apagada, es una estrella que no muere ni vuelve a la vida.

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