martes, noviembre 03, 2015

Musique

¿Cuánto resulta que le debo a los senderos ocultos? 
Ocultos por qué si se sabe ya que son senderos.
Era el sonido de ánforas llenas de huesos que ruedan por una colina. Ruedan y no se ven porque ya rodaron, en otras vidas y puestas sobre otros paisajes llenos de prados verdes. Así puedo describir la música, única prueba de las vidas anteriores y la memoria de la carne. O no, más que la música, del sentimiento que evoca, pues la primera no vale nada sin esas alegrías ciegas que sólo afloran las lágrimas y silencio cuando la sonrisa no explica el llanto.
Y si las fieras se calman con esta es porque fueron algo diferente. Y si enfurece, es porque fuimos fieras, monstruos con las garras llenas de gritos y miradas de autocompasión.
Martillo, yunque y estribo; leyes de la armonía; leyendas y ritos deformados por la gramática; adrenalina. No es triste tener tantos muertos dentro, tantas almas dentro de este cuerpo que se viste y se desviste conforme al frio, al calor y las posiciones, a la exposición a la luz.

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