¿Cuánto resulta que le debo a los senderos
ocultos?
Ocultos por qué si se sabe ya que son senderos.
Ocultos por qué si se sabe ya que son senderos.
Era el sonido de ánforas llenas de huesos que
ruedan por una colina. Ruedan y no se ven porque ya rodaron, en otras vidas y
puestas sobre otros paisajes llenos de prados verdes. Así puedo describir la
música, única prueba de las vidas anteriores y la memoria de la carne. O no,
más que la música, del sentimiento que evoca, pues la primera no vale nada sin
esas alegrías ciegas que sólo afloran las lágrimas y silencio cuando la sonrisa no
explica el llanto.
Y si las fieras se calman con esta es porque
fueron algo diferente. Y si enfurece, es porque fuimos fieras, monstruos con
las garras llenas de gritos y miradas de autocompasión.
Martillo, yunque y estribo; leyes de la
armonía; leyendas y ritos deformados por la gramática; adrenalina. No es triste
tener tantos muertos dentro, tantas almas dentro de este cuerpo que se viste y
se desviste conforme al frio, al calor y las posiciones, a la exposición a la
luz.
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