martes, diciembre 23, 2008

El reflejo de una ventana

De mis viajes, de mis pocos y modestos viajes, este –a España y sus librerías- ha llamado mi atención, no sólo por los extraños detalles de sus consumidores y libreros, sino por sus variaciones en yo menor.

Vi una librería llamada Paris-Valencia (algo así) en la que su dueño era un español. Raro raro, y no es una declinación. En otra –cuyo nombre no recuerdo- encontré un librero que medía dos metros y que tenía colgados varios adornos de nadal –que es como llaman los nativos a la navidad-; acabé de limpiar las gafas… no pienso hacer más comentarios. En fin, todos son extraños. Punto seguido. Libros, hablemos de los libros. Como acá je ne connais personne me dedique a conocer gente, gente muerta, personajes de literatura.

Vidas color castaña. Es un libro en el que se desarrolla una historia “...color castaña...”. En la página 3 todo se aclara, según el autor: "...todo pierde su color...". La vida de Almerita Castillo, una española que pretende ser amante de Franco en una noche de verano, le promete amor eterno sin que él lo sepa. La ignorancia sobre el juramento salva al general de haber motivado la matanza ocurrida en la cafetería Paco Palau.

Este suceso sería apodado por los historiadores interesados en hechos de menor calibre, como la Masacre de la Cafetería Paco Palau. Murieron tres republicanos catalanes, cinco vendedores de cigarrillos, un gitano y un escritor austriaco. Asunto menor diría la prensa amarillista cuando publicó únicamente las fotografía de los documentos de identidad de los difuntos.

Se pone emocionante el relato cuando describen la procesión que le hacen a Almerita Castillo en las calles de Madrid; desfila desnuda sobre un caballo mientras llovían pétalos. Es fácil adivinar que el caballo se llama Franco, y que la elaborada maniobra narrativa resulta ser una fantasía sexual de Almerita mientras muere desangrada. Lugar: un baño. ¿Qué hacía? Estaba escondida limpiando una ametralladora; se reía. Causa de la muerte: puñalada en el cuello. Los gitanos andan en grupo.

Me sacaron de la librería, no pude leer más.

C’átaméleo. Aventura rumana de dos amigos que sobreviven a un atentado terrorista en un avión. Todo ocurre en el Canal de la Mancha. Uno de ellos se transforma en un ángel con unas enormes alas forradas en piel de burro y el otro, Ilia Bota, se transforma en un asno emplumado con unos cuernos que el narrador es incapaz de describir a pesar del derroche de adjetivos (“bultos terribles, con dimensiones extralimitadas o tal vez extremadamente robustas… como los de un todo frente a su gris atardecer favorito rojo…”).

En la página 13 todo se hace claro y el paisaje ser revela: el mundo es una bomba. La teoría en virtud de la cual el mundo es una paleta que se derrite no convence. Pesado y poco original, en la página 15 lo dejé a un lado; era evidente que se trataba de una copia de los Versos Satánicos de Rushdie.

No me sacaron de la librería entonces seguí buscando una historia. Ahora en la sección de Literatura en Lengua Catalana. No entendí nada y desistí. Cambié de estantería y encontré esta novelita negra.

La Mari, oxetana de profesión. Comienza con la descripción del origen del Latín que proviene de la región de Latium (“Lo que se conoce en todo el mundo conocido como Roma y sus áreas aledañas, cercanas y no tan cercanas…”). Es extraño que los personajes de la historia se diferencian unos de otros no por sus nombres sino por un número determinado de comas (,) hacia la izquierda. Sin duda una obra de vanguardia; cerré el libro y vi que aquello que había pensado ya estaba escrito en la parte de atrás del libro.

Seguí leyendo: Irrumpen los bárbaros en Roma y las joyas de las mujeres de los importantes políticos de un imperio en decadencia son transformados en pipas para consumir cáñamo indio y hachis. La imagen de los germanos, ebrios entre las nubes color púrpura, se transforma en una escena moderna en la que los dealers y las prostitutas son seres mitológicos.

Desde la página 17 y hasta la 24 todo el papel estaba manchado con una extraña baba que no me permitía leer. Esto pasó cuando el relato estaba bueno y salía el sol. Cerré el libro. Furia. Me dieron ganas de orinar fuego para que todo se consumiera, ardiera y la gente murieran. El relato y la ira que desataba en mí se debía al matiz autobiográfico de aquella baba. Miraba por la ventana, no pude entender.

Desde mi ventana el mar y el sol. Desde el computador una canción I kiss I girl. El tipo que vino a arreglar el calentador del agua no entendió cuando le dije que algo le pasaba al lavaplatos. “Al fregadero?” –me corrigió-. Le subí el volumen a la música.

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