Illya Kuriaki and the Valderramas
Acordes como do menor, si, sol menor sostenido, la 7, mi menor, son dioses para mí. ¿Por qué? Je ne sais pas. Que algunas polillas tenga las antenas pectinadas y otras filiformes, tal vez no sea asunto mío, pero que a algunos les guste el jazz y otros el reggaeton es un enigma que ahora no me deja dormir.
Primero analicemos las cosas desde el ámbito de la moda. Encontramos serios antecedentes de la moda como estilo de vida en le cuento El Gato con Botas. La irrupción del gato en la vida del hijo del molinero hace que todo dé vueltas, no sobre su eje. Ocurre pues una transformación de lo que era una vida bucólica en un Hell Train, en el suspiro de un búfalo. El gato gasta los pocos ahorros del hijo del molinero comprando ropa de lujo. De ahí salen las botas, de ahí que se llame El Gato con Botas. Luego del derroche llega una cena, una muy lujosa. L’art pour l’art y la gula: la moda. Hasta esa parte del cuento, el hijo del molinero había sido transformado en una especie de Paris Hilton. Sé que suena estúpido. Efectivamente lo es. Sigamos.
Posteriormente –y no quiero aburrirlos, pues el cuento ya lo conocen- todo se vuelve un fashion show, con el gato vestido a la última moda, y ni se diga del hijo del molinero: con castillo nuevo y esposa de la realeza. Nada que envidiarles a los terratenientes del Magdalena Medio; puro desplazamie
nto forzado y glamur. Como un sueño. Al final, cuando el gato deja sin castillo al ogro, lo que puede llevar a percibirse es el triunfo de lo moderno, del fantasma de lo nuevo: el que cambia las sillas mecedoras por rimax, el que cambia a su abuela por Claudia Schiffer, el que cambia los relojes de arena por los relojes digitales, el que cambia a Bach por DY. Suena estúpido. Efectivamente lo es. Pero fuera de interpretaciones, símbolos o premoniciones, lo que realmente pasa es que el ogro queda con nada y la moda triunfa, triunfa una visión del mundo que mide todo según posibilidad de prestigio por acción realizada. El gato pudo haber perdido la vida ante el ogro; eso no lo detuvo, el peligro es parte de sentirse cool, supongo. Lo más grave de todo esto es que las coincidencias entre el hijo del molinero y Paris Hilton no son sólo coincidencias, son el reflejo de un rostro en el fondo de una letrina. El Objeto a se revela en lo que está entre los residuos sólidos y la superficie que refleja la imagen virtual, es decir: el sólido suspendido total.
2 comentarios:
Me gustó mucho. Estoy de acuerdo contigo en el contenido del texto, no así con el énfasis. La verdad yo soy un ignorante de estos temas de apreciación estética, pero, de lo poco que he leído sobre él, me gusta mucho un ensayo de Dino Formaggio titulado “Arte es todo lo que los hombres llaman arte”. Si lo has leído (o lo leyeras), no veo razones para que la cuestión de por qué a "algunos les guste el jazz y otros el reggaeton" siga siendo "un enigma" que te robe el sueño.
P.D.: Si no tienes el ensayo o no te es posible conseguirlo házmelo saber: si es así te puedo enviar una copia scaneada.
Voy, espero que con tu venia, a utilizar este medio para publicar propaganda pro-moderna. Sé que la modernidad no está de moda, así que aprovecho este lugar para presentar este texto que, sin mayores pretensiones, intenta poner en cuestión las creencias de quienes se llaman a sí mismos posmodernos.
El texto es de Jorge Enrique Senior un profesor a quien conozco y a quien estimo mucho. Espero comentarios críticos en esta misma sección del blog.
"La ablación del clítoris y la posmodernidad
Por Jorge Enrique Senior
Se debate en los medios el caso de ciertas comunidades de los indígenas Embera que al parecer, según indican las noticias, practican como costumbre la ablación del clítoris en las niñas recién nacidas.
La infibulación o ablación, a veces llamada circuncisión femenina -un vil eufemismo- es una práctica común en algunos países islámicos africanos (Etiopia, Somalia, Nigeria, etc) y afecta a millones de mujeres.
Se practica en niñas de distintas edades, desde el nacimiento hasta los doce años. Por lo general, la intervención se hace con nulas condiciones higiénicas o antisépticas. La dolorosa mutilación la realizan mujeres adultas sobre niñas indefensas sin anestesia alguna. Además del dolor y el peligro de infección, el resultado final impide el disfrute sexual de la mujer y genera molestias y dolores al orinar.
Nótese que es una costumbre que se podría calificar de machista y de dominación sexual, pero está basada en creencias religiosas y la asume toda la sociedad pues la aplican mujeres sobre niñas que a veces son sus propias hijas.
En internet, el lector puede conocer el caso famoso de la top-model Waris Dirie. La hermosa modelo negra somalí sufrió esta práctica años atrás y hoy es abanderada de su denuncia.
Modernidad vs. Posmodernidad
La infibulación es una de varias costumbres que le dan la razón a quienes apoyamos la modernidad y no aceptamos los criterios "posmodernos".
El derecho a la autodeterminación de los pueblos, el respeto a las culturas y costumbres, esto es, a la multiculturalidad, es un logro de la modernidad madura de la última mitad del siglo XX y hay que defenderlo. Pero ese derecho tiene límites. Y cuando entra en conflicto con derechos más fundamentales debe subordinarse a estos. En otras palabras, los Derechos Humanos son una conquista moderna superior a la autodeterminación y tienen carácter universal.
La pretensión de universalidad es criticada por posmodernistas y relativistas, y es obvio que en muchos aspectos de la vida social no es valida. Pero el concepto de universalidad en una visión moderna madura no se entiende como homogeneidad globalizante ni como aval para arrasar pueblos y culturas, sino, desde al ángulo de una ética de mínimos, como unos puntos -léase derechos- básicos fundamentales -¡valga el pleonasmo!- que son la médula de la dignidad humana.
Por supuesto el concepto de dignidad, de esencia kantiana, es contranatura y artificial pero es nuestra opción presente por decisión consciente y racional. Es cierto que la universalidad de valores y conceptos, como el de dignidad humana o el de derechos humanos, es una construcción cultural. Precisamente por eso, porque ha sido una árdua construcción colectiva, es que abogamos porque ese proyecto se materialice, que ese logro tan valioso se generalice y se expanda por toda la humanidad.
El caso de los Embera es semejante al de los U'wa que sacrifican los mellizos abandonándolos en el monte en razón de una curiosa pero letal creencia. En estos casos debe primar el derecho a la vida, a la salud, a la integridad física, a la plena sexualidad. Desde luego, no es coherente imponer los DDHH por medio de la violencia o la fuerza. Debe ser a través del dialogo, en este caso dialogo intercultural. ¿Que implica algo de aculturación de la comunidades? Sí, ¿y qué?. Toda interacción humana afecta a los interlocutores. De todos modos es claro que se debe conservar como un bien precioso la diversidad cultural, la riqueza multicolor de las costumbres, pero no a costa del sufrimiento de individuos inocentes.
Por esa razón no se pueden aceptar sacrificios humanos o canibalismos como practicas sociales en ningún contexto cultural, para poner ejemplos extremos. Caso distinto fue el de los supervivientes de los Andes chilenos que se comieron a los pasajeros muertos del avión estrellado, incluyendo sus parientes y amigos: era una cuestión de supervivencia en una situación límite, no una practica social. En contraste, sí se pueden aceptar muchos aportes de las culturas indígenas, como las bebidas a base de coca, que no causan daño a nadie, salvo a los intereses de cierta multinacional.
Otro ejemplo es el que brindan los testigos de Jehová cuando rechazan las transfusiones de sangre. En un adulto es su decisión. Pero en un niño, ¡no!. Los padres de esa religión no pueden impedir que se les haga a sus hijos una transfusión de sangre si es necesario para salvarles la vida según dictamen medico. Prima el derecho a la vida por encima de la libertad de cultos. Este caso ya estuvo en los estrados judiciales en países como Inglaterra.
Volviendo al tema de fondo, es bueno aclarar que la defensa de la modernidad o del proyecto moderno no implica la aceptación del capitalismo salvaje, ni en general el conformismo con modelos sociales y de estado que tienen numerosos defectos, injusticias y peligros. Los valores eco-ambientales, los valores de equidad y justicia social, los derechos socioeconómicos y de tercera generación, son tan modernos como los valores de libertad e igualdad.
Defender el proyecto Moderno no es defender lo negativo (por ejemplo, la sociedad de consumo) sino procurar su mejoramiento a fondo, entendido como desarrollo social y biológicamente sostenible, como profundización de la democracia política, social y económica, como búsqueda de calidad de vida para toda la humanidad, un sueño maravilloso del siglo de las luces que aún está vigente y pendiente, recreado por la dinámica de los tiempos en constante evolución."
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