Recuerdo que el año pasado (2006) fue un año de grandes victorias para mí, el equivalente a haber matado a medusa y haber transformado a mi perro en piedra para evitar que siguiera ladrando. El olor del metal a altas velocidades, los movientos erráticos contra la disciplina. Con los esfuerzos llegan las noches en vela, y con estas no sólo las arrugas y el sueño que no vuelve, también llegan los buenos dibujos animados que ofrece CN. Brutal. Me encuentro pues con la serie Samurai Champloo, la cual estaba llena humor y del espíritu que me encanta: con ese sabor caracterísitico que deja la melancolía, la lluvia, y el pasado que vuelve con golpes cada vez más fuertes hasta que todo acaba.
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