jueves, julio 19, 2007

Los Pájaros Fucsia

El abuelo odiaba esos pájaros fucsia. Se comían las flores, los gusanos, las guayabas, todo ¡Pájaros maricas! Gritaba mi abuelo, haciéndome saltar la comida de las manos, durante el almuerzo.

Cuando llegaban los pájaros, para ahuyentarlos, el viejo desollaba frente a ellos a uno de su especie; gallina o periquito, daba igual. La sangre, las plumas y los huesitos crujiendo en una lenta espiral hacían volar despavoridos a los pájaros fucsia. Después, el abuelo reía y me acariciaba la cabeza. Seguramente para limpiarse las manos. Y bueno, ya me había acostumbrado. La imagen era siempre la misma: pájaros volando aterrorizados, mi abuelo enseñando sus dientes podridos y mi pelo untado de sangre y plumas; el tiempo tenía una grieta profunda, y cada vez que ese momento giraba en torno a nosotros, todo se repetía sin dar tregua a lo no cotidiano, a lo saludable.

¡Pájaros maricas! La interrupción del desayuno terminó con la tranquilidad. 7:18 am. Pero, por fin, algo cambió; el aire batido por las plumas hacía un estruendo mayor, muchos más querían ser testigos de las ejecuciones. Llevaban algo en el pico y las garritas; hacían tumulto, una nube; todos los pájaros: un solo ser emplumado y chillón.

El abuelo se limpió la garganta. Malhumorado escupió sobre la mesa. Me arrastró hasta la puerta que daba al jardín para que viera ese magnífico hervidero de plumas. Los pájaros se dispersaron y todo se hizo claro. El asco nos coloreaba el cuello y las mejillas. Lo que parecía –desde donde estábamos parados- una pintura de Duchamp o una bandeja de fritanga, resultó ser un cadáver hecho de trocitos: un necrocollage en el jardín. El canto de los pájaros retumbaba. El terror nos hizo correr hacia la casa, para escondernos. El abuelo y yo nos miramos. No conseguimos vernos. Los trozos de cadáver agrupados en el jardín no salían de la retina o de la mente o no sé de dónde, y destruían el contorno de nuestras caras. Silencio. Luego un susurro, el abuelo susurraba en mis oídos: esta misma tarde te enseño a disparar con la escopeta.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente historia breve (short storie). Sólo tengo un comentario: en la historia utilizas la técnica de meter los diálogos en el texto sin distinguir unos de otro. Esto está bien, y debo decir que me gusta mucho. Sin embargo, esta es una ténica doblemente difícil ya que de por sí el manejo de los diálogos es complicado, lo que se complica aún más si no los tratas por separado sino como parte del texto. Los diálogos, como sabrás, no son el fuerte de muchos escritores, pero aquí hay tres ejemplos de escritores que utilizaron con éxito la misma técnica de diálogo que tú: Antonio Skármeta (en un cuento titulado "El ciclista del San Fermín") y García Márquez (en su famosa novela "El otoño del patriarca") y Arthur Connan Doyle (en su cuento "La liga de los cabezas rojas").
Estos ejemplos te pueden servir para que estudies y perfecciones la técnica.

Anónimo dijo...

Felipe:

He vuelto a leer esta entrada de tu block y me parece mejor de lo que me pareció la primera vez que la leí.
Sin embargo quiero decir algo más. Dentro de los autores que te recomendé en el anterior comentario -a los que seguro ya habrás leído aún antes de que yo te los mentara- quiero agregar uno más al que leí por primera vez este fin de semana que pasó. Me refiero a Alvaro Cepeda Samudio. Este tipo -por si no lo has oído nombrar- fue un periodista, director de documentales y escritor barranquillero que hizo parte -junto con otros escritores jóvenes de la época como García Márquez, Germán Vargas y Alfonso Fuenmayor- del llamado "Grupo de Barranquilla". Cepeda Samudio -si no lo has leído, claro está- es, más que nada, un excelente cuentista. Te lo voy a promocionar con el título de uno de sus cuentos: "Hoy decidí vestirme de payaso". Te lo recomiendo, pues sé que te va gustar -claro que no sé si tanto como a mí-.
El libro en el que está ese cuento es un volumen pequeño de cuentos de Cepeda Samudio titulado "Todos estábamos a la espera...". Existe otra razón por la que te lo recomiendo: porque, casualmente, Cepeda Samudio utiliza tu misma técnica: la de incluir el diálogo en la trama de la historia.
No tengo, por ahora, más nada que decir.

P.D.: No sé si no lees los comentarios de tu block, pero, en caso de que lo hasgas, házme saber por favor si mis comentarios te parecen desvaríos de lector en ciernes o de charlatán lenguaraz.