domingo, julio 10, 2016

Mambrou

¿Para dónde va, marica?
Con una mira y el cuerpo casi atravesando el umbral de la puerta, le dije que iba para la guerra: viejo, me voy a la guerra.
El miró me amargamente, con una especie de lucecita en el fondo de sus pupilas, y se tomó de un solo sorbo el café que tenía entre las garras.
Cuando bajé por el ascensor, el sonido de la puerta al cerrarse me no pareció algo nuevo, algo bello de tan antiguo, tan bello que era lo contrario a Beethoven.  Hm, como me gustaría morirme en la tal guerra esa, pero no sin antes haber estampado la cara del este compositor contra el suelo. Veo la escena: su cara agresiva y luego, un segundo antes de que su cráneo quede prensado entre mi clava y un muro lleno de grafitis, esa misma carita llena de una expresión que no se sabe bien qué es, si una súplica incompleta, o simplementes el arrepentimiento por haber compuesto tan horrendas sinfonías, tan llenas de violencia.
El odio se disipó por la tarde, conversando en silencio con Rê y sin comer helados ni nada.

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