domingo, marzo 20, 2016

De moscas y esporas

Hay personas que se asfixian cuando no las están ahorcando. El viejo es uno de esos, y por lo tanto, yo también. Esa forma de hablar, como si fuera una planta, años y años expuesto a esa voz pastosa que se introduce en el cerebro como pequeñas raíces de linaza, surte su efecto on me y no me angustio menos qué él cuando veo que las cosas van bien. El desayuno estaba servido. 

El café despedía un vapor poderoso que incluso derretía a los mosquitos que por allí pasaban. Caían cerca al plato de los panes y no había forma de diferenciar sus cuerpecitos inertes de las esporas de ese helecho que nunca nació.


No hay comentarios.: